Por Ruby Soriano
“Nada que celebrar”, la frase no se circunscribe a un significado tácito de lo que hoy enfrenta el ejercicio de la libertad de expresión en un país donde este derecho se ha trastocado en diferentes etapas, pero en el presente inmediato, corre un riesgo inminente.
Las vocerías se han convertido en el trasiego de la vendimia que tras bambalinas ofertan tecleadores que hallaron en la dádiva disfrazada de convenio soez, la magnífica idea de subsistir a través del embute boletinado, la columna vendida o el banner alquilado.
Esta horda de personajes es lo que, de acuerdo a la tajada disfrazan y defienden para disimular los excesos sexenales.
A algunos los recordamos en redes sociales llorando ebrios, muy ebrios acusando persecución.
Pero todos estos personajes son sólo artífices de las manos que ocultan la mordaza de cobardía.
Hoy en día, ejercer la libertad de expresión en México, representa una amenaza frontal para quienes, escudados en discursos incongruentes y carentes de credibilidad, deslizan amenazas que siempre conducen a una desesperada reacción para frenar los excesos que se cometen detrás de gobiernos.
Los voceros no difunden, alientan la censura y hacen el trabajo sucio, finalmente de ahí vienen, ese ha sido su origen.
La libertad de expresión debe mantenerse como un garante para quienes, al realizar nuestra labor periodística, permanezca intocable el derecho que tenemos de analizar, informar, difundir información sin revelar nuestras fuentes.
Quienes están en el ejercicio del poder, deben entender que el escrutinio público también responde a la obligación que como funcionarios tienen para ser expuestos a la opinión pública.
Resulta francamente burdo que quienes violentan escudados en un cargo público llamen a evitar trascendidos cuando a eso se han dedicado en sus pasadas funciones de periodismo oficial.
Hoy en México se enfrenta un panorama sombrío donde las mujeres de la política y del poder, se siguen escudando en la violencia política de género como una forma para frenar, amordazar y emprender procesos jurídicos en contra de periodistas y comunicadores, con la finalidad de evadir investigaciones, señalamientos y darle paso a la impunidad.
Es preocupante saber que cada ocho horas, un periodista en México es víctima de una agresión.
Asimismo, en este contexto de agresividad hacia la prensa crítica y comunicadores independientes, resulta francamente reprobable ver el nado sincronizado de otros pseudo periodistas que atacan a su mismo gremio de manera pública o escudados en las granjas de bots gubernamentales.
Hoy es difícil hablar de un periodismo real cuando los intereses rigen las líneas editoriales y los convenios siguen siendo la pauta para alinear a un gremio agachado por la dádiva y el embute disfrazado de publicidad gubernamental.
Son los nuevos tiempos donde los comunicadores agarran lo que se les aviente, con tal de seguir cobrando la tajada gubernamental, aunque ello implique doblegar la dignidad y perder ética y honorabilidad.
@rubysoriano @alquimiapoder