Quebradero

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La justicia no pasará la cuenta

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

La elección para nombrar a los nuevos integrantes del Poder Judicial tiene su dosis de “éxito”. Cumplió con una de las etapas más importantes del proceso de transformación que está llevando a cabo la autollamada 4T.

Es por esto que la Presidenta y la mayoría no han reparado en que se haya dado una muy baja participación. Les mueven dos razones: no van por ningún motivo a minimizar el proceso, sería un autogol, y es claro que a pesar de lo que se diga, la reforma desde hace tiempo va, con elección o sin ella.

Habrá también que considerar para el análisis de la elección misma, el que más de 3 millones de votantes hayan anulado su voto, ya sea tachando la boleta enviando algún tipo de mensaje o dejándola en blanco para después depositarla en la urna.

Los números tienen dosis de alarma, independientemente del resultado y de la consumación del proyecto de López Obrador. Al final no fue un 13% de participación sino menos, la votación real o efectiva estuvo arriba de los 9 millones de votantes y quedaron en evidencia estrategias que se suponía eran parte del pasado, como lo del acordeón, el acarreo y el pago por el voto.

Estos elementos no le quitan valor a la elección para la Presidenta y su mayoría. De lo que se trataba era de que se tuviera un elemento de participación para ratificar el cambio a través del voto popular del Poder Judicial.

Es cierto que, si nos atenemos a la participación y resultado de la elección, quien decidió fue una minoría. Sin embargo, también es cierto que el proceso de la reforma al Poder Judicial ha pasado por una aprobación de una mayoría en el Congreso, por más que existen elementos para ponerla en tela de juicio por la forma en que se constituyó esta mayoría, y por la forma en que de manera abyecta se hicieron del veleidoso senador Yunes, quien de seguro cargaba a sus espaldas muchos pendientes, para alcanzar los votos necesarios; al final todo fue la suma de trompicones.

Era previsible que la elección no iba a ser participativa. Ya hemos hablado de ello en varias ocasiones, pero lo importante a destacar es que esto no era un elemento necesariamente de importancia para legitimar la elección que buscaba definir a los nuevos integrantes del Poder Judicial.

La Presidenta, por ello, de manera socarrona y un tanto fuera de lugar, intentó comparar los resultados con las votaciones de la oposición en la pasada elección, déjeme ser reiterativo y de nuevo consignar que no se pueden comparar peras con uvas. No tenía nada que ver la elección del 24 con una elección de Estado que colocó todos sus elementos a la mano para la ratificación de un proyecto estratégico.

La crítica se puede revertir porque, así como fue baja la votación de la oposición para el proyecto más importante del gobierno de López Obrador y el de Claudia Sheinbaum, a duras penas participaron cerca del 10% del padrón electoral, algunos resultados muestran una dinámica similar, en la forma en que se elegía a los ministros de la Corte, con base en un criterio que mucho tenía que ver con las cuotas.

Las y los ministros electos son en su totalidad cercanos a Morena, en particular a López Obrador, lo que viene a confirmar que la Corte se encamina a estar de la mano, eventualmente, al servicio del partido mayoritario. El esquema, bajo otras condiciones, se repite.

La lectura de la elección del domingo tiene que hacerse bajo una dinámica distinta, las condiciones del país en materia constitucional y política ya son otras.

Las viejas ideas de la democracia y de la integración del aparato de justicia son pasado. El país se va reinventando a un alto costo, tarde que temprano la justicia misma nos pasará la cuenta.

RESQUICIOS.

En la medida en que transcurre el conflicto entre la CNTE y el Gobierno las cosas se agudizan. No hay manera en que se resuelva si todo gira en torno a derogar la ley del ISSSTE del 2007. No hay manera, a pesar de las promesas de campaña, porque no hay dinero.