Fue un domingo cualquiera
Por Javier Solórzano Zinser
De manera formal en ningún momento la CNTE aseguró que iba a boicotear las elecciones al Poder Judicial. Se hicieron declaraciones esporádicas y no pasó de ahí. En conversaciones que sostuvimos con varios dirigentes, nos dijeron que todo lo que se estaba diciendo era para culparnos de su “fracasote”.
El Gobierno se quitó un peso de encima con ello sin dejar de apurar una solución al conflicto porque podría surgir en cualquier momento algún problema. No es casual el gran ofrecimiento que se le hizo a los maestros de Oaxaca para ir resolviendo el problema. Se supone que hoy podríamos saber cuál es la siguiente parada del paro y protesta que mantiene el magisterio, particularmente en la CDMX y se deberá saber de dónde salió el dinero, y por qué tanta deferencia con unos y distancia con otros.
El Gobierno y los organizadores de la elección bien sabían la dificultad que entrañaría el proceso. Quisieron maquillar de muchas maneras la elección, pero no había forma de poder cambiarle la cara a un proceso que siempre estuvo muy lejano del radar de la mayoría de los ciudadanos.
Con boicot o sin él a todos nos quedó claro que habría confusión, desinformación, acarreo y acordeones en medio de una baja participación, la mayoría de las casillas estuvieron vacías.
No podía ser de otra manera. A la complejidad del proceso se sumó una buena cantidad de problemas provocados por quienes aprobaron de manera unilateral la reforma de López Obrador, quien por cierto reapareció y nos amenazó con que al final del año presentará un libro sobre las riquezas de nuestro país.
La elección no nos hace ni por mucho el país más demócrata del mundo. Una cosa es que se desarrolle un proceso con el objetivo de la participación ciudadana y otra distinta es que la sociedad participe y que tenga en claro lo que se está votando.
Otro factor de primera importancia es que al haberse presentado una baja participación la representatividad se convierte en un fenómeno relativo. La selección de las y los candidatos estuvo marcada por la confusión, la discrecionalidad y en algún sentido el amiguismo.
Los primeros informes reportan que, en la mayoría de los casos los votantes no sabían literalmente qué hacer con el gran número de boletas que tenían enfrente y por qué votar. El proceso mismo venía viciado de origen lo cual alcanzó inevitablemente a los ciudadanos. Muchas personas fueron a votar de buena fe, pero al percatarse de la complejidad de la votación optaron por irse.
Lo importante ahora es que con la elección terminada se cuenten de manera transparente los votos. El INE tiene una tarea mayúscula y sería lamentable que se colocara del lado del Gobierno para informar sobre la elección y pasar por alto las muchas irregularidades que a lo largo de todo el proceso se llevaron a cabo, y no sólo lo que pasó ayer domingo.
El Congreso tendrá que aprobar las leyes secundarias de la reforma, el INE tendrá que atender las impugnaciones, el TEPJF deberá actuar con seriedad a diferencia de lo que ha hecho en muchos asuntos en que ha mostrado abierta empatía al Gobierno. Quienes han sido electos sin importar los votos que hayan recibido, deberán tener convicción plena de independencia para decidir y no pensar en quienes los seleccionaron y quienes votaron por ellos.
Se nos vienen días difíciles porque la mayoría y su Gobierno no tardarán en exigir que la justicia sea su aliada.
No vendrán mejores días. Serán de confusión, esperemos que no de autoritarismo con el control de los tres Poderes, y de un proceso en donde en buen número de casos serán de aprendizajes costosos de los “nuevos impartidores de justicia”.
Para la mayoría de las y los mexicanos fue un domingo cualquiera, fue un día totalmente previsible.
RESQUICIOS.
Vendrán 10 días de conteo de votos. Estamos pasando por una etapa de país en que pase lo que pase, al final no pasa nada. La sociedad tiende a moverse al ritmo que quiere Morena.