Luto

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Por Fernando Vázquez Rigada

No sé quiénes serán electos ayer en la elección judicial. Tampoco la participación.

Si sé algo: la democracia mexicana habrá muerto.

La democracia no consiste, como ha repetido el oficialismo, en emitir un voto.

Se trata de una visión reduccionista e interesada.

La democracia implica participación en la vida pública, representación proporcional al voto en los Congresos, respeto y atención a las minorías, elecciones libres, gobiernos con controles, rendición de cuentas, amplio catálogo de libertades y derechos, poder judicial independiente.

Nadie en su sano juicio puede decir que no urgía una reforma judicial. Nadie en su sano juicio, tampoco, puede decir que lo que vimos ayer es la solución.

La elección del domingo no fue remedio: fue agravamiento de la enfermedad.

El descaro del despilfarro, el acarreo y la repartición masiva de acordeones para ordenar a los ciudadanos por quién votar es la fotografía misma del cinismo autoritario.

Todo eso se ha perdido en estos 7 años de pesadilla.

La erosión institucional ha sido avasallante y continua.

Se ha reinstalado la corrupción y los peores vicios del viejo régimen.

En la mayoría de los casos, hay honrosas excepciones, hay una burocracia ignorante, arrogante y abusiva.

La destrucción del Poder Judicial indica una etapa terminal de la vida democrática. Falta el último golpe: limitar la representación política, coartar la libertad de expresión e impedir la oposición.

Se habrá consagrado el anhelo de Andrés Manuel López Obrador: crear un nuevo régimen.

México es una república dudosa, no es democrática, ni representativa ni federal.

Hemos regresado no al pasado, sino al peor pasado.

Una jornada electoral debería ser siempre un día de fiesta.

Ayer en México no lo fue.

Fue día de luto.

 

@fvazquezrig