Quebradero

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Se decide algo más que el Poder Judicial

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

A los muchos problemas que tiene la reforma del Poder Judicial, se le suma el siempre inquietante terreno del maniqueísmo.

Entramos en divisiones de “buenos y malos” que lo que buscan es desacreditar la crítica. Este maniqueísmo también busca crear una narrativa que en particular Morena utiliza con frecuencia. Quien se dedicó a explotar al máximo esta tendencia fue López Obrador, quien con regularidad se refería al “pueblo bueno”, en contraposición de otros sectores del país incluyendo a las clases medias.

La negativa a aceptar la crítica sobre el desarrollo de la reforma judicial llevó a que el proyecto terminara bajo una gran cantidad de imprecisiones. Como hemos venido consignando, apuraron las cosas de manera irresponsable.

Nos han colocado a los ciudadanos bajo escenarios que no nos permiten tener suficiente claridad de qué es lo que se debe hacer. Quienes se han manifestado en contra de ir a las urnas han sido señalados de manera sistemática y además han sido calificados como traidores a la patria, antidemocráticos y enemigos de la transformación del Poder Judicial.

Muchas de las bondades que esgrimen respecto a la reforma son cuestionables. El hecho de que se insista en que quien va a elegir al Poder Judicial es el “pueblo” trae un error de origen. Los comités de selección hicieron un trabajo, definitivamente, desaseado sin que prevaleciera necesariamente el criterio de idoneidad.

Los ciudadanos estamos enfrentando la duda sobre si votar o no, porque no conocemos a la gran mayoría de los aspirantes y porque la selección de ellos acabó siendo arbitraria, pasando por el factor suerte representado por una tómbola.

Lo que se tiene que reconocer desde cualquier perspectiva es que los ciudadanos están en su derecho, si así lo creen, en no votar. Hay diversas razones detrás de ello. Uno de los más importantes es que mucha gente no sabe, exactamente, de qué se trata el proceso del domingo, no tiene la más remota idea de qué está en juego.

Ayer le alertábamos sobre el gran problema que se nos viene después de las elecciones. Podríamos terminar en condiciones en que lo único que esté resultando sea el síndrome de quítate tú para ponerme yo. Si así fuera, estaríamos ante un problema de enorme importancia, porque en lugar de transformar el Poder Judicial estaríamos cayendo en viejos vicios, con la abierta posibilidad de que sea un poder cooptado por el Gobierno.

El INE está teniendo una tarea que lo puede rebasar y, sobre todo, exponer. El Instituto está en la mira de la 4T. Recordemos las reformas que planteó López Obrador, las cuales tenían en la lista la reforma electoral.

El problema de la concentración del poder puede colocarnos como sociedad bajo un autoritarismo que acabaría con la democracia utilizando a ésta para alcanzar lo que bien podríamos decir son sus objetivos.

La reforma electoral va a ser la siguiente parada en el segundo semestre de este año. Mucho de lo que hemos ganado en términos de libertades, pluralidad, transparencia y representación podría diluirse bajo la idea de que es el “pueblo” el que decide, cuando lo que puede suceder es que estemos entrando en los muy delicados terrenos de un Gobierno que se asume como único representante de lo que llaman “pueblo”.

Independientemente de la decisión que tomemos los ciudadanos, no se puede perder de vista lo que se juega el domingo. Van a defender la elección, sea cual sea la participación ciudadana. Van a decir que el pueblo habló. Van a decir que es un triunfo, a pesar de que desde diferentes ámbitos se trató de boicotear el proceso.

Todo apunta a que con pocos votos se decidirá el futuro de la justicia, y una parte del futuro del país.

RESQUICIOS.

El conflicto entre el Gobierno y la CNTE está en un callejón sin salida. Parece que por momentos a la Presidenta se le acaba la paciencia, en tanto que la Coordinadora lleva las cosas al extremo provocando no sólo al Gobierno, sino también a las y los capitalinos.