El voto útil
Por Mónica Mendoza Madrigal
Hay distintas formas de votar y distintos comportamientos del electorado al momento de ejercer su sufragio y sobre ello se ha escrito y teorizado ampliamente.
En el análisis sobre el comportamiento del votante hay desde la teoría sociodemográfica del voto, que afirma que de acuerdo con la edad, nivel de estudios, nivel de ingresos y tipo de ciudad en la que se habita existe una predisposición a sufragar en tal o cual sentido, hasta otros análisis que explican el sentido del voto en función de una ponderación de carácter económica a partir del beneficio que les proporciona a esas personas sufragar por tal o cual opción, incluyendo además aspectos de carácter psicológico a partir motivaciones subjetivas de la psique de las y los votantes, que a veces prefieren al candidato “más guapo”, o al “más masculino”, o al “abuelito” al que hay que proteger, o a la “mujer” que podría ser nuestra madre, de acuerdo con la apelación psicológica que se construya desde la estrategia de comunicación que en cada candidatura se maneje y que se enfoque a los distintos segmentos de un electorado que tiene distintas motivaciones, según sea el momento en que cada proceso ocurra.
En México, se ha buscado atraer al voto corporativo o clientelar, o al voto verde, o al voto del hambre, en todos los casos apelando a dos factores que son centrales para entender al electorado mexicano: la falta de cultura política y la pobreza de la población, que régimen político tras régimen político acaban vendiendo su voto a quien le ofrece tres centavos más el día de la elección, ya sea en efectivo o con despensas y otros obsequios, o por medio de la coacción de los programas sociales que –dicho sea de paso– están ya en la Constitución y por tanto, nadie les puede quitar.
Todas estas estrategias a las que acuden los distintos partidos políticos lucran con la ignorancia y la necesidad de un electorado que valora el hecho de que el momento en que emitimos nuestro sufragio es, en realidad, el único momento en que somos realmente iguales. El voto de un rico vale lo mismo que el de un pobre, el de un obrero y el de una persona académica, que el de los del norte y las del sur.
Y además, es secreto.
Pero pese a esos dos aspectos tan relevantes, ¿por qué entonces se cree que el voto puede ser cooptado?
La compra de votos es una deformación de la realidad electoral bastante antidemocrática que ejerce principalmente quien está en el poder y quiere quedarse con el privilegio que éste le confiere y además, porque es quien tiene el dinero para los 500 o dos mil o cuatro mil pesos que hoy pueden llegarse a pagar para que alguien acepte hacer el “ratón loco”, o “embarazar urnas”, o hacer “mapacherías”, o cualquier otro vicio electoral tan tristemente célebre del sistema electoral mexicano, al que hay que añadir como mala praxis al “carro completo” , inaudito en un contexto democrático de pluripartidismo.
En efecto, que un mismo partido gane todos los cargos a elegir o que obtenga una abrumadora mayoría, en realidad es síntoma inequívoco de que esa democracia tiene mala salud porque –en el mejor de los casos– habla de una ciudadanía que eligió irreflexivamente y reconoce que hubo “compra de votos” en cualquiera de las manifestaciones que revelan la mala praxis antes mencionada.
Por ello es que la apelación al voto útil se vuelve necesaria en el contexto mexicano, donde –a diferencia de lo que ocurre en otros países, incluso latinoamericanos, en donde hay segunda vuelta electoral– que en un mismo proceso se convoque a las y los votantes a elegir entre más de cinco opciones partidistas, lo que provoca es la pulverización del voto que, entre tantas alternativas, acaba diluyéndose y así, quien gana lo hace por un margen menor y quienes no obtienen el triunfo tienen poca fuerza representativa a la hora de definir espacios plurinominales.
Sería más fácil si las fuerzas políticas no oficialistas y sus electores se pusieran de acuerdo.
Ante ello, el voto útil se convierte en una alternativa deseable por medio de la cual se le pide al electorado dejar de lado aspectos superficiales en su valoración de preferencias como: el gusto por las canciones de campaña, la publicidad que puede ser atractiva, la belleza o simpatía de tales o cuales candidatos y candidatas, y se le pide que elijan estratégicamente no de entre la totalidad de las opciones ofertadas, sino de entre el primer lugar, que seguramente lleva una amplia ventaja, por la persona que está en la segunda posición. Si el voto de quienes se sitúan en las encuestas en el tercer, cuarto, quinto y demás sitios se concentra en esa segunda opción, ésta se fortalece y se vuelve competitiva y así puede llegar a disputarle a quien lleva el primer lugar la preferencia electoral en un margen más cerrado, lo que realmente permitirá que se pueda negociar o establecer alianzas –que en política son indispensables– y sobretodo, que haya contrapesos reales.
No se trata de revanchismo electoral, sino de hacer valer la democracia.
En cada ciudad de los dos estados en donde hay elecciones municipales, usted que elegirá alcaldes o alcaldesas puede hacer de su voto un ejercicio estratégico de auténtica democracia.
Los 70 años de un mismo régimen no se superan con otros muchos años de un otro régimen político que no tiene contrapesos. Eso es dictadura, no democracia.
Vayamos hacia adelante. Hacia procesos auténticamente participativos en donde la ciudadanía ejerce su voto en forma reflexiva.
Hay ciudades como Xalapa, en donde el segundo lugar presenta una oferta competitiva. Quienes apoyan a las otras fuerzas políticas pueden realmente hacer valer su voz apoyando a una alternativa realista que presenta una oferta política seria. Y quienes aún no deciden por quién votar, pueden fortalecer a la segunda posición para que sea una posición conjunta, de todos y todas, por el bien de la ciudad.
Es momento de hacer a un lago egos, fobias y filias, y valorar a las personas que presentan candidaturas viables.
Acompaño en su planilla a Silvio Lagos, candidato del PRI a la alcaldía de Xalapa y en estas semanas de campaña ha sido devastador escuchar reiteradamente la petición ciudadana de que “se respete el voto” o que “se defienda el voto”. Eso es muy grave, pues habla de la pérdida de confianza de parte de la ciudadanía sobre el futuro de su sufragio.
Cuando nadie quería la candidatura por Xalapa, él levantó la mano y dijo “yo quiero”. Y con una planilla de ciudadanas y ciudadanos –ninguno de los cuales es su familiar, a diferencia de las otras opciones- , muchos y muchas apostaron por una estrepitosa derrota.
Hoy, muy dignamente cierra campaña estando en un segundo lugar, posición que es competitiva electoralmente hablando –sobre todo en una Xalapa en donde Morena no ganó la gubernatura-gracias a que ha demostrado tener propuesta, saber cómo hacerlo y ser un profesional que se toma la política en serio.
Sería posible brindarle alternancia a la capital del estado si se hace valer el voto útil, fortaleciéndolo como la opción elegida mediante un voto razonado.
Ojalá quienes aún no definen su voto o quienes están con alguna de las otras opciones, lo valoren y consideren la viabilidad de hacer valer su voto en favor de un bien mayor. Nuestra ciudad lo vale.