Quebradero

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Un atentado con mensaje

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

El Gobierno está obligado a presentar lo más pronto posible resultados sobre el cobarde y brutal atentado en contra de dos altos funcionarios de la Ciudad de México.

Son varios los motivos. El más importante es que haya justicia ante la muerte de dos personajes cuyo perfil es rescatable y respetable. Otra razón se finca en que en la medida que pase el tiempo y no se tengan resultados, toda la investigación puede irse diluyendo y muchas de las pruebas irán desapareciendo o buscarán cambiarlas.

Es importante que todo sea lo más rápido posible. Hemos visto a lo largo de diferentes hechos delictivos como éste cómo las cosas se diluyen si no se actúa de la manera más rápida posible. Se ha ido creando una exigencia social, porque un hecho de esta naturaleza no puede quedar impune y, sobre todo, porque de alguna manera los capitalinos acabamos de nuevo en medio de hechos violentos que, evidentemente, nos afectan.

El ataque fue estratégicamente diseñado y pensado. Se buscó el momento idóneo, pero, sobre todo, se buscó a los personajes que representan parte clave en la estructura del Gobierno de la ciudad. Estamos hablando de Ximena Guzmán, destacada mujer que era seguramente el personaje más cercano y confiable que tenía la Jefa de Gobierno.

José Muñoz, asesor de Clara Brugada, había trabajado desde hace muchos años con ella. Se conocían desde que José era un niño, a decir de Brugada; es claro que sabían tras quién iban.

Lo que bajo una primera mirada del ataque se aprecia es que por la forma en que se llevó a cabo queda claro que por lo menos el ataque iba directo a Ximena Guzmán. Planteamos esto, porque no queda claro si también se quería asesinar a José Muñoz, porque por momentos no aparece en la mira del asesino. En un primer momento se aprecia que el ataque fue directo contra Ximena. Son terrenos especulativos, porque hay que considerar que el ataque a José al final fue igual de despiadado.

Lo que es inevitable interpretar es que se trataba de acabar con la vida de los funcionarios, a la vez que se trató de mandar un mensaje. ¿A quién o por qué?, será cuestión de esperar las investigaciones, pero independientemente de la sacudida que le dio a la CDMX, fue un ataque que manda, además, un mensaje que debe dejar al Gobierno de la capital en medio de muchas preguntas e inquietudes.

El problema en el cual está metido el país es que los escándalos, las matanzas, los enfrentamientos y los miedos son parte de la cotidianidad y ya estamos en la etapa en que un hecho tapa al hecho anterior.

La “normalización” de la violencia ya está entre nosotros. El fin de semana 12 integrantes del CJNG fueron abatidos en enfrentamientos con las Fuerzas Armadas en Michoacán. La semana pasada una conocida influencer fue asesinada mientras llevaba a cabo una transmisión, el tema se quedó en el escándalo y poco a poco va pasando a segundo plano.

A partir del hallazgo del rancho Izaguirre se suscitaron diferentes asesinatos, entre ellos de dos madres buscadoras. La violencia nos rodea, se mete entre nosotros y se vuelve parte de una dolorosa cotidianidad.

Por el tipo de asesinato de ayer quizás sería una gran oportunidad para preguntarnos qué anda pasando con la violencia que no nos deja y bajo la cual vivimos, a pesar de una narrativa de querer minimizar acontecimientos de esta naturaleza.

En la lamentable muerte de Ximena y de José se conjuntan en un primer momento, la violencia cotidiana y el ataque a personajes que juegan un papel estratégico en la gobernabilidad. Se acabó con la vida de personas que iban construyendo cotidianamente su idea de futuro.

Lo que no se puede pasar por alto, es que su muerte se suma a la violencia que nos acompaña.

RESQUICIOS.

Con tantas confrontaciones que se viven en las calles, en medio de gritos y empujones, sorprende que un legislador obligue a un ciudadano a que le ofrezca una disculpa y además utilice los aparatos legislativos para darse banalmente por satisfecho.