Civilización de la muerte

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Por Francisco Montfort Guillén

Son reconocibles los periodos de decaimiento moral de una sociedad. O de la depresión colectiva. De la indiferencia por los gustos de la vida, del desfogue sin límites de preocupaciones. De la evasión de la cotidiana realidad y del vuelco hacia el desmadre. Existen momentos, puntos culminantes, en que predominan las fugas hacia adelante y la indiferencia hacia las responsabilidades públicas.

A las señoras les era arrebatado su carrito del supermercado. Los robos domiciliarios y los asaltos violentos se multiplicaron. Iniciaban su ruta ascendente las bandas organizadas lideradas por antiguos combatientes oficiales de las luchas guerrilleras.

Los miles de negocios quebrados significaron la ruina de millones de seres humanos. En las grandes empresas los hombres, principalmente, eran despedidos de un día para para otro. La feminización de la mano de obra empleada cobró cotidianidad gracias a que era posible contratar mujeres con salarios más bajos. La proletarización de las universidades públicas -Carlos Monsiváis dixit- iniciaron su camino ascendente.

La orgullosa y recatada clase media, orgullo del régimen de la Revolución Mexicana, esa que aparece retratada en las manifestaciones del Movimiento Estudiantil de 1968 marchando, vestidos de traje ellos; ellas peinadas de chongo, con <<vestidos chemise>> y faldas corte A, sus zapatos de tacón alto y bolso de mano, algunas inclusive con guantes, vestimenta que dificultaba mucho auxiliarlas en las correteadas que nos pegaban los granaderos. En fin, esa clase media, aspirante a colarse a las altas puntas de la pirámide de ascenso social, simplemente desapareció.

La bancarrota de México en 1982, producto del populismo de Echeverría y de López Portillo, provocó un cambio forzado en el modelo de desarrollo, que exigió nuevas actitudes y comportamientos colectivos. Los muy difíciles años de transición (entre 1982 y 1988) transcurrieron con una sociedad mexicana deprimida, valemadrista, desmotivada, desorientada, sin elementos para sentir el orgullo de ser mexicana, y muy, muy enojada en contra del PRI/sistema.

La depresión colectiva, los comentarios auto denigratorios del <<ser mexicano>> conformaron actitudes cínicas frente al cumplimiento de las leyes y, al mismo tiempo, de rechazo absoluto a las clases gobernantes. Poco a poco esa situación colectiva cambió, inicialmente desde la misma sociedad y con el impulso a la modernidad alentado por Carlos Salinas de Gortari, hasta convertirse en una ola de energía creativa que empezó a extinguirse hacia la segunda década de este siglo.

Ahora es perceptible, como comportamiento colectivo, un profundo desánimo, del mismo o mayor nivel, al de los años ochenta del siglo pasado. Una crisis depresiva encubierta de resignación y de actitudes apáticas, sin iniciativas ciudadanas, éstas sustituidas por una gigantesca compra de conciencias mediante los carísimos subsidios sin respaldo productivo (becas, pensiones, grandes corrupciones de todo tipo de los <<nuevos gobernantes>>).

Desde luego que las causas son otras. La similitud no significa que el problema central de la crisis actual de origen económico, aunque asoma la cabeza una recesión que bien puede empujarnos, nuevamente, al fondo del abismo.

¿Cuáles son las causas de este nuevo malestar cultural que arrastra a la sociedad mexicana hacia un conformismo cínico e improductivo?

La <<nueva crisis>>, posiblemente sea la <<crisis del ser humano mexicano del siglo XXI>>. Aunque alimentada también en el día a día por diversos problemas cotidianos económicos, políticos, sociales, medioambientales la actual situación deriva de la calidad moral del nuevo grupo dirigente y sus acciones para hacerse del poder, ejercerlo y sostenerse en él.

A diferencia de la tiranía priista, la nueva Tiranía Guinda recurre al abandono de la auténtica política, la que ofrece el diálogo como premisa para respetar y alentar la pluralidad y que tiene como centro y eje el ser humano, con sus problemas y soluciones reales.

La Tiranía Guinda se apodera del espacio ciudadano, del ágora política para imponer como eje y objeto de la política la defensa de las pasiones colectivas abstractas (el pueblo y sus reivindicaciones). Su premisa es la defensa a ultranza de la ideología neofascista del populismo de las redes sociales, supuestamente redentor y de <<izquierda>>, que lucha en contra del fantasma del << neoliberalismo>> y sus propuestas de libertad, democracia y república.

Este cambio de paradigma está siendo posible gracias a un acto ilegal e ilegítimo:  un auténtico Golpe de Estado. Primero con elecciones que dejaron de ser democráticas y completamente legales. Después, con el robo electoral del Congreso, pues el Tribunal Electoral concedió por dos periodos consecutivos, una mayoría parlamentaria ficticia y abrumadora del partido guinda, desfondó por completo a la oposición formal y dejó anonadados a los ciudadanos sin partido, periodistas críticos, intelectuales liberales que perdieron fuerza y argumentos para oponerse con éxito a las desmesuras del nuevo régimen.

Los ciudadanos viven también bajo el peso de dos problemas que han crecido desmesuradamente. El primero es conducirse en un entorno sin el amparo del respeto a las leyes. La nueva clase gobernante pone los mayores ejemplos de comportamientos ilegales, francamente criminales. Tantos trabajos y sacrificios realizados por construir un Estado de derecho para que llegue la tiranía guinda a poner el ejemplo de la violación de las leyes sin repercusiones legales: la entronización de la impunidad.

La castración democrática por no poder elegir, premiar o castigar a los gobernantes, la castración de esta pasión política provoca actitudes de resignación ante la imposición de la marea guinda. Reaparecen las farsas políticas de   elección. La elección judicial, fin de la división de poderes, será la formal inauguración de la ignominia antidemocrática, fecha toral del autoengaño nacional sobre la validez de su participación cívica bajo el cobijo de la tiranía guinda. Esta farsa encubrirá el despiadado crimen de la república y con ello se derrumba la moral republicana que queda subsumida en la pasión neofascista de la supremacía abstracta del pueblo.

El otro pie de la crisis del ser humano mexicano está en el grupo de problemas producto de la peor traición hecha contra los ideales de la honestidad cívica de la sociedad mexicana, de la grandeza soñada de la Patria, descrita por Ramón López Velarde: la alianza de las fuerzas guindas con el crimen organizado que cultiva un régimen de terror. Esta traición, esta caída al sótano de la ética pública y la moral privada produce efectos devastadores sobre el ánimo y las conductas ciudadanas.

Es sin duda la más baja conducta cometida por la ralea guinda. Símbolo de esta decisión contra la dignidad humana lo resumen tres fotografías: la del señor López, cuyo rostro refleja su odio a los demás, sus traumas psicológicos desde la infancia, sus complejos personales y sociales; la foto de la carcajada cínica, expresión de su regocijo por lo que vive,  del senador Ricardo Monreal, y por la foto de la señora presidente, sin maquillaje, ensimismada en sus remordimientos y que refleja nítidamente la dura soledad de la carencia de amor y empatía por el otro, el diferente. Peor aún, su maltrecho rostro resultado de una cirugía que revela la no aceptación de su propia condición humana.

Cada día más descubierta y documentada, la alianza de facto promovida por el gobierno del señor López con las estructuras criminales crean temor colectivo y terror en muchas localidades, y hunde la moral de las autoridades entronizadas gracias a esta putrefacta alianza.

En Veracruz vemos nuevamente como los primeros en determinar la composición de las estructuras gubernamentales, mediante los votos/balas, son los actores del crimen organizado, quienes deciden qué actores deben participar y quiénes no. Inicio de quienes podrán inclinar la balanza por sus propios candidatos y seguir dominando parte sustancial del territorio nacional.

Esta perversa alianza criminal convirtió al Estado mexicano en actor central de la fabricación del terror. Con esta alianza entre política guinda y rojo sangre criminal, surgió la clase de los verdugos que condicionan la vida cotidiana de los ciudadanos/víctimas, la política e inclusive los mercados. vía la imposición de rentas (cobro de piso).

La actitud moral de estos políticos guindas son el mejor ejemplo de quienes profesan, como razón única de su vida, el triunfo a toda costa, el arribismo, la falta de escrúpulos: funcionarios, hombres de negocios, narcos, intelectuales, académicos, estudiantes y un largo etcétera que apoyan el nuevo régimen de tiranía.

La auténtica crisis mexicana tiene por base la imposición del terror, fruto de una cadena de acciones cotidianas, políticas y criminales, que se convierten en represión sistemática del ciudadano de bien. La policía que detiene arbitrariamente a ciudadanos para extorsionarlos, torturarlos y/o flagelarlos sexualmente (realidad cotidiana en Veracruz) y los pasa al siguiente nivel de horror, en conexión con otras autoridades del Estado y/o con bandas de criminales que pueden esclavizarlos o exterminarlos.

¿Qué optimismo, que orgullo nacional, que alegría por alcanzar un futuro brillante puede florecer con esta clase política y sus alianzas con los criminales de diferente tipo?

 

francisco.montfort@gmail.com