Quebradero

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La CNDH y su previsible papel

Por: Javier Solórzano Zinser

Desde que Rosario Piedra fue ratificada como presidenta de la CNDH, de alguna manera se alcanzaba a apreciar lo que podría venirse en la comisión.

Su desempeño previo había sido cuestionado. Organizaciones civiles, madres buscadoras, colectivos en defensa de los derechos humanos habían hecho críticas puntuales sobre el papel de la comisión. López Obrador, materialmente, la puso en el cargo, muy probablemente por el histórico trabajo de la madre de la presidenta de la institución, doña Rosario Ibarra de Piedra.

Presumimos que quiso rendirle homenaje a una extraordinaria luchadora emblemática en defensa de los derechos humanos. Como solía suceder con el expresidente, difícilmente cambiaba de decisiones, a pesar de que las evidencias sobre lo que estaba pasando estaban a la vista de todos.

Poco importaron las críticas, porque también en el fondo es probable que López Obrador tuviera la idea de tener pleno control sobre la comisión. Más que una instancia autónoma, al paso de los años terminó por ser una suerte de apéndice del aparato gubernamental. Poco importaban los sujetos obligados, porque dejaron de ser centros de atención lo que llevó a la comisión a, materialmente, navegar durante cinco años y más.

Todo esto se enmarcó en la concepción del tabasqueño sobre los temas relacionados con los derechos humanos. Desde que inició su sexenio se fue creando una narrativa como si las cosas hubieran cambiado casi de manera automática a partir de su toma de posesión.

A la distancia va quedando claro que muchas de las promesas y declaraciones de aquellos años se quedaron en una falsa narrativa. Cuando los problemas, ya en el ejercicio del poder, se agudizaban se colocaba al pasado como responsable de todo lo que en ese momento estaba pasando, insistiendo en que las cosas habían quedado tan deterioradas que costaba mucho trabajo cambiar la dinámica del país.

Sin embargo, el terreno de los derechos humanos no se encontraba en el centro del radar presidencial. Si así fuera, la CNDH hubiera tenido un papel distinto del que tuvo durante todos esos años.

Con la experiencia que se tenía sobre lo que había sucedido, resultaba necesario un cambio de rumbo en la comisión. La Presidenta lo entendió y todo indica que optó por una persona distinta a quien estaba al frente de la institución.

A pesar de ello, su mayoría en el Congreso optó por ratificar a Rosario Piedra. Poco importaron los procesos de evaluación y los lugares que obtuvieron las y los aspirantes en el mismo. Como suele suceder en circunstancias de esta naturaleza, se especuló con razones y con leyendas urbanas sobre los motivos por los cuales las cosas no cambiaron.

La decisión tomada por la mayoría fue vista con un remitente, el cual reside en Palenque. No hay manera de comprobarlo, pero sí quedó claro que la candidata que se quedó en el cargo no era la candidata de la Presidenta.

Lo que ha pasado estos meses viene a confirmar el papel menor que está jugando la CNDH. No se ha presentado a las reuniones de las madres buscadoras con la secretaria de Gobernación. Los colectivos lo han hecho saber, porque sin la comisión no hay manera de tener seguimiento sobre las muchas violaciones a los derechos humanos que están viviendo padres y madres de familia que buscan a sus hijos por todo el país.

La pérdida, en estos términos, de la comisión es una pérdida para todos y todas. Lo más grave es que ya se sabía lo que iba a pasar y nadie desde la mayoría y desde el propio Gobierno frenaron la caída.

Uno de nuestros grandes problemas es el respeto a los derechos humanos y su garantía. Desde hace más de cinco años la posibilidad de defensa ciudadana se ha ido diluyendo.

No creemos que la Presidenta pueda tener buena cara ante esto.

RESQUICIOS.

No basta con atacar al mensajero en el caso de los TelevisaLeaks. Es claro que estamos bajo una situación profundamente delicada que merece otro tipo de respuestas y una amplia lectura de los documentos.