Quebradero

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Arrasa, ataca y violenta

 

Por Javier Solórzano Zinser

El presidente de EU se le va colando poco a poco a todo el mundo. No es exagerado plantearlo, la mayoría de las decisiones que toma tienen un efecto expansivo y ya tienen secuelas y consecuencias.

Se ha venido dando una afectación paulatina a las relaciones internacionales, a la civilidad política y a la diplomacia. El presidente arrasa y no le importa cambiar de opinión, a pesar de una afectación evidente en muchos países que han tenido que cambiar sus dinámicas internas.

Dicho de manera doméstica, todo mundo se la tiene que pasar a “las vivas”. Estamos ante un personaje que le ha dado un giro brutal al mundo en menos de tres meses. Lo más delicado de lo que está sucediendo es que la mayoría de las cosas que hace el presidente se mueven bajo una lógica en que todo resulta al final contradictorio. Trump es el personaje político más disruptivo de los últimos 80 años.

Tiene una capacidad de maniobra muy alta, a pesar de que sus niveles de popularidad hayan disminuido. La clave es que tiene al Congreso y a la Corte de su lado, lo único que queda para quienes piensen diferente al interior de EU es el proceso electoral del 2027.

Mientras tanto, el presidente seguirá moviéndose a sus anchas como lo ha venido haciendo. Si bien al interior del país se han dado diferentes movimientos sociales —el sábado se presentaron movilizaciones significativas—, necesitan de cohesión, lo cierto es que se va acumulando la inconformidad.

Trump arremetió contra los migrantes bajo una estrategia que los desmovilizó. Es sabido el enorme peso que tiene la migración en la dinámica de la economía estadounidense. Desde hace mucho tiempo ya no es sólo eso, ahora también es fundamental el papel que en lo social y en lo político están jugando.

La estrategia de Trump fue buscar cómo expulsarlos y desmovilizarlos. No hay manera de que salgan a las calles y que no vayan a ser eventualmente detenidos como si fueran delincuentes, además que son violentamente deportados. Viven con miedo, porque muchos de ellos, a pesar de no tener papeles, llevan una gran cantidad de años en EU. Están bajo una dinámica en donde, además de que se quedan sin nada, no tienen a qué regresar a sus países de origen.

Ya no son estadounidenses ni mexicanos, para hablar del caso de las y los nuestros. No hay manera de que en nuestro país se les pueda ofrecer un servicio de salud y educativo como el que se han ido ganando a lo largo de décadas. Sumemos el gran drama de sus hijos, quienes naciendo en EU están siendo también sujetos de deportación.

Es probable que uno de los sectores que puedan detonar protestas significativas sea el de trabajadores de la burocracia que han sido despedidos, y lo que puede producir lo que está pasando en algunas universidades, como el caso de Harvard.

Los estudiantes pueden ser el primer detonante que tenga que enfrentar Trump. Es probable que minimice todo esto, pero habrá que ver cómo se establece un nexo entre las protestas que pasarán seguramente por los familiares de los estudiantes, los egresados de las universidades y la ciudadanía estadounidense. No se puede menospreciar la capacidad de movilización de los estudiantes.

Trump se quiere quedar en el poder y esto puede provocar reacciones mayores. Ha venido amenazando con la posibilidad de un tercer mandato, la clave es qué dirán los ciudadanos.

Trump es un torbellino sin rumbo, sólo se ve rabia, discriminación y venganza bajo la mirada de un mundo que pensábamos había quedado atrás. No se le puede creer, recordemos que primero soba y luego pega.

RESQUICIOS.

No se ve por dónde pueda aparecer la diplomacia entre México y Ecuador. Al violento ataque a la embajada mexicana de hace más de un año, hoy se suman acusaciones que desde nuestro país salieron sicarios para intentar asesinar al presidente Noboa, ante lo cual, por cierto, bien haría el Gobierno en no asumir un acuse de recibos por sicarios que vaya usted a saber si existen.