El problema no son los narcocorridos
Por Javier Solórzano Zinser
La apología o contar historias a través de la música de personajes de la delincuencia organizada es un asunto que durante mucho tiempo ha estado entre nosotros y no vemos cómo deje de estarlo.
No somos el único país al que le pasa esto. En muchos lugares se canta a personajes que pueden ser buenos o malos, según se les quiera ver, que están relacionados con actividades delictivas y que, a pesar de ello, tienen raigambre con la gente.
En muchas comunidades existe una cercanía real con estas expresiones musicales, en fondo y forma. Son al mismo tiempo una forma de divertimento y una manifestación social. Es una forma de contar historias sin pasar por alto, que en muchas ocasiones hay una exaltación de personajes claramente relacionados con la delincuencia organizada, la violencia y el terror.
No tiene sentido prohibirlos porque se seguirán cantando y utilizarán otros medios para darlos a conocer. Cualquier intento en este sentido es de alto riesgo, porque en el fondo lo que podría estar pasando es que se vayan mitificando estas expresiones.
Lo sucedido recientemente en Guadalajara y Texcoco dice mucho de lo que está pasando con este tipo de música. En el primer caso, la presencia de El Mencho resultó inesperada, pero quizá más inesperada fue la reacción de la gente al vitorearlo cada vez que aparecía en pantalla.
Todos los presentes sabían de quién se trataba. La reacción fue una especie de reconocimiento a un personaje que en muchos lugares del país se ha convertido en un mecenas, sin pasar por alto que no se puede negar que quizá para muchos también es un brutal modelo a seguir.
Días después el mismo grupo dio un concierto bajo la misma dinámica. La reacción fue exactamente la misma que en Guadalajara en medio del reconocimiento del personaje que aparecía en pantalla una y otra vez.
En Texcoco las cosas se pusieron difíciles. El hecho de que se hiciera público que no se podían cantar canciones sobre los narcos enardeció a los asistentes a tal grado que se dieron actos de violencia a las afueras del lugar. No había necesidad de que prohibieran lo que quizá iban precisamente a escuchar, entre otras manifestaciones, los narcocorridos.
Lo que no se puede perder de vista es que esta música es reflejo de lo que somos hoy como sociedad. Tenemos a la delincuencia organizada por doquier y ése es el principal problema. Lo que está pasando es que en la medida en que se ha ido perdiendo el control, los alcances, en todos los sentidos, de los cárteles de la droga se manifiestan desde la vida en diferentes comunidades, las aspiraciones de muchos jóvenes, hasta expresiones musicales como las de los narcocorridos.
La pérdida del territorio que se ha venido agudizando en diferentes partes del país va teniendo todo tipo de repercusiones. No podemos entrar en los terrenos de perseguir a los mensajeros cuando el problema es de otra índole, como sociedad hemos sido incapaces de revertir las cosas.
Por ahora no tenemos otro terreno que el de la exhortación, pero esto no se ve que vaya a tener mucho futuro, porque el estado de las cosas ha cambiado muy poco, muchos gobiernos han sido cómplices de personajes que hoy la música encumbra.
No cabe aquello de que “muerto el perro se acabó la rabia”, suponiendo que prohibiendo los narcocorridos se acaba con el grave problema; estamos ante un asunto que requiere de cirugía mayor empezando por lo educativo.
Estas expresiones musicales tienen cada vez más seguidores. El problema no es éste, lo grave es si realmente está cambiando el paradigma de la delincuencia organizada, es claro que por ahora no es así, no nos engañemos.
RESQUICIOS
Se han presentado más de 200 denuncias sobre la forma en que algunos candidatos están desarrollando sus campañas para ser electos al Poder Judicial. A partir de ahora sabremos de qué está hecha la autoridad, entre los primeros de la lista señalados están dos de las tres ministras afines a la 4T.