Por Francisco Montfort Guillén
Primero cambiaron las creencias. Después las conductas. La lectura de la Biblia dejó de ser patrimonio exclusivo de los sacerdotes. La imprenta creó una primera masa crítica de lectores. Dios dejó de ser un ente sobrenatural y fue pensado como la naturaleza misma. A los supuestos enviados de Dios (reyes, príncipes, Papas) les fue cancelado el derecho a gobernar basados en esa suposición hereditaria. Los hombres que debían gobernar a los hombres debían ser electos por los propios hombres. Enriquecerse ya no fue pecado.
Con cambios en sus creencias y conductas, principalmente durante los siglos XVII y XVIII, los seres humanos enfrentaron la Revolución Industrial. Profunda transformación material que cambiaría para siempre su vida material, individual y colectiva.
El primer capitalismo, el de la acumulación originaria, sin leyes reglamentarias específicas, también ha sido llamado salvaje. Su dominio se extiende hasta propiamente el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Sin lugar a duda el factor central del éxito del capitalismo fue una nueva forma de gobierno, desde su origen hasta su reacomodo, ya a escala del mundo a partir de 1945. Se trata del Estado pensado como Aparato de Comando (en el sentido cibernético) y como un Gran Cerebro Colectivo.
En donde se instalaba y se expandía, el capitalismo siempre contó con un Estado que pensaba, comandaba y controlaba el modo de producción y la organización social que mejor se acomodaba a las exigencias de ese poderoso sistema de producir bienes y servicios.
En fin, que nunca ha existido esa fantasía (sólo dos veces mencionada por Adam Smith en su enorme obra) llamada <<la mano invisible del mercado>> sino como una metáfora sobre las mejores condiciones de funcionamiento de un mercado que requiere de la libertad, sin interferencias que desnaturalizan sus cualidades.
Monarquías, Imperios, incipientes democracias, nonatos parlamentos y naciones todas estas formas de gobierno condujeron las etapas iniciales e intermedias del florecimiento capitalista. Casi todos con líderes que entendieron su momento histórico.
En el nacimiento y expansión del capitalismo salvaje, el Aparato de Estado conoció ciertas extravagancias. Tal vez la más notable fue el arribo electoral de Napoleón III, que llegó al poder mediante elecciones y, ya en el poder, cambió las reglas para autonombrarse Emperador.
Los siguientes dirigentes políticos que se pueden calificar de payasos, de <<imbéciles>> son los líderes Benito Mussolini y Adolfo Hitler que igualmente hicieron estallar las democracias que los dejaron llegar al poder, para después convertirse en dictadores.
El capitalismo reglamentado que busca y consigue un mayor bienestar para las mayorías, respeta y mejora las condiciones laborales y de vida individual y colectiva encontró en la organización del Estado/Nación un modelo apropiado para sus fines.
Estado exitoso que ha logrado armonizar tres grandes procesos sociales contemporáneos: la democracia como eje del sistema político republicano, la modernidad creciente de las ideas, pensamientos, conductas y comportamientos de los seres humanos, y las formas de producir riquezas y su distribución que repercuten favorablemente en los niveles de vida que merece la pena de ser vivida.
Un conjunto de cambios profundos en las creencias y conductas humanas, ya en el capitalismo hiperreglamentado, globalizado y de sociedad de masas, ha provocado cambios en la clase política.
Y es que en este <<nuevo capitalismo>> los seres humanos son el capital más preciado, al grado que asistimos a la producción de grandes volúmenes de mujeres y hombres de altas capacidades intelectuales, técnicas y físicas, sometidos a un excesivo aumento en sus rendimientos laborales, pero con expectativas de evasión al alcance en la llamada <<sociedad del ocio>>: sus vidas en medio de un torbellino de exigencias, frustraciones y depresiones y diversiones.
Ahora el Estado o es tecnocrático de alto rendimiento, o está condenado al fracaso (como en México), al tiempo en que desaparecen los grandes <<hombres de Estado>> para ser reemplazados por los populistas <<hombres del espectáculo>>. Y esto en una sociedad organizada en red, comandada por las grandes innovaciones científicas y tecnológicas.
La clase política se ha visto inmersa en una especie de subcultura; la <<imbeciología>> como categoría que define al líder populista y la cultura que lo sostiene.
<<El imbécil es un tipo que se arroga de manera sistemática una serie de ventajas en las relaciones sociales totalmente convencido -aunque no tenga razón- de su singularidad…que se motiva por el convencimiento (firme y errado) de que tiene derecho a esas ventajas; que se siente inmune a las quejas del próximo y no tiene motivo alguno para pedir perdón o siquiera escuchar algunos reproches.
<<Su imbecilidad es un rasgo estable de la personalidad por lo cual no se inmuta cuando lo miran con indignación o le protestan pues es inmune a las críticas…
<<El sistema capitalista imbécil (conoce) la proliferación de imbéciles en la sociedad, (mientras que) los inteligentes van perdiendo la disposición a mantener las instituciones necesarias para que funciones el capitalismo conforme a sus propios valores comunes (prosperidad compartida, niveles de vida en ascenso, etc.).
<<El sistema capital imbécil, politizado, siembra la discordia entre el electorado a fin de indignarlo, motivarlo, y exprimir toda ocasión para aumentar el poder y beneficio (del imbécil que lo dirige) …El sistema se vuelve corrupto y genera más corrupción en un proceso que se alimenta a sí mismo y las divisiones que se han aumentado corroen a la sociedad en general al agriar amistades, reuniones familiares y veladas…
<<Tras un rato incómodo en una cafetería, no podemos dejar de maravillarnos de que alguien que parecía inteligente pueda defender semejantes bobadas, tonterías y nos queda la sensación de preguntarnos como pueden volverse tan cotidianos tales sinsentidos en personas lo bastante agudas para pensar de otro modo…
<<Existen imbéciles que son insufribles y suficientemente exasperantes para hacer montar en cólera a quien en condiciones normales se muestra como un ser imperturbable, para quedar grabado en la memoria de uno con un hedor nauseabundo…
<<El espectáculo cotidiano se vuelve repugnante…El Imbécil Alfa actúa como hombre espectáculo, tiene un enorme amor propio, no pretende decir la verdad sino lo que él piensa, va más allá de las leyes y sus seguidores lo toleran, lo perdonan… (no obstante que) provoca desbaratar la médula misma de la cooperación democrática de manera inconsciente y deja nauseabunda incertidumbre respecto del futuro…
<< (El Imbécil Alfa) …echa pestes a diestra y siniestra, es un vilipendiador prolífico y extravagante que usa insultos diariamente…lo que dice apesta…es un as del improperio, la réplica ágil y desproporcionada (y sus) vituperios cuentan como victorias entre sus seguidores…Los políticos se manejan en un mundo inmerso en la mentira lo que exige ser un imbécil en mayor o menor medida…>>.
Todos los textos entrecomillados pertenecen al libro Trump. Ensayo la imbecilidad del filósofo Aaron James (México, Malpaso, 2016). Desde luego, si usted piensa que los textos describen la pesadilla política que vive México con el líder tabasqueño…está en lo cierto.