Desaparecidos. A ver si hoy
Por Javier Solórzano Zinser
Desde los 60, los diferentes gobiernos han sido reticentes de manera significativa a reconocer la desaparición de personas.
Existen “razones”, por decirlo de alguna manera, para no reconocer la desaparición, desde donde se vea la responsabilidad primera del Estado. No se reconoce, porque no se quiere asumir el papel de los gobiernos estatales y federal, durante mucho tiempo ni siquiera se mencionaba.
En los últimos años las cosas han cambiado no porque el Estado asuma la responsabilidad, sino porque un número significativo de madres, padres, familiares y organizaciones de derechos humanos se han dado a la tarea de hacer visible lo que tratan de invisibilizar.
Esta estrategia tenía la lógica de gobiernos panistas y priistas, porque en muchos casos eran parte directa del problema, asumir la responsabilidad, los colocaba como eje medular del fenómeno.
Mucho ha tenido que ver en estos últimos años la delincuencia organizada. Es la que se ha encargado de desaparecer personas llenando buena parte del país de fosas clandestinas, esto último es lo que tiene a México metido en un drama cargado de tristeza, soledad e impunidad desde hace al menos 10 años.
La llegada de López Obrador al poder presagiaba la posibilidad de entrar de lleno al problema y, sobre todo, asumir una nueva actitud en donde prevaleciera la sensibilidad y la comunicación. El presagio se vino abajo de inmediato. Quedó claro que la utilización de una narrativa en favor de las personas desaparecidas le sirvió para su campaña y sus discursos de inicio de sexenio; es auténticamente una dolorosa decepción.
Además de que nunca recibió a los colectivos y a las madres y padres de desaparecidos terminó por señalarlos y agredirlos. Esta narrativa fue permeando lamentablemente en Morena, lo cual terminó por distanciar clara y riesgosamente a los colectivos del Gobierno al que habían depositado una enorme esperanza por el discurso que enarbolaba López Obrador en tiempos en que era opositor.
La narrativa permeó de tal manera que simpatizantes del movimiento la hicieron propia y en el absurdo de la irresponsabilidad llenaron de adjetivos a los colectivos.
Si se atrevieron a decir que detrás de las protestas de padres y madres de niños con cáncer estaban intentonas de golpe de Estado, en el tema de los desaparecidos no se quedaron atrás llegando a decir, en el caso del rancho Izaguirre, que era una maniobra de la derecha para desprestigiar al Gobierno.
La pesada herencia de López Obrador tiene en este tema un flanco abierto que poco a poco le van cobrando. Recibió a las madres de la Plaza de Mayo en medio de la euforia, pero no tuvo la sensibilidad de recibir a las madres mexicanas. Las propias madres argentinas en su discurso plantearon la importancia que tenía tener la comunicación con los colectivos nacionales.
Este sexenio podría empezar a tomar un nuevo derrotero en el tema de los desaparecidos. Si nos atenemos a la reunión que tendrá de manera directa este día la titular de Gobernación con algunos de los colectivos mexicanos, se abre una expectativa que debiera llevar a que el Gobierno trabaje conjuntamente con padres y madres de familiares desaparecidos, para que dejen de recorrer todo el país en medio de brutales riesgos, amenazas y condiciones verdaderamente adversas, en busca de los suyos.
Es probable que una gran cantidad de comunidades mexicanas tengan en su entorno fosas clandestinas. En el necesario proceso de reconciliación y cohesión social, es fundamental reconocer las desapariciones como parte de las responsabilidades del Gobierno federal y los estatales.
Las cosas no cambiaron con Morena, más bien se agudizaron.
RESQUICIOS.
Las manifestaciones en EU no deben ser soslayadas. Las consecuencias de la política de Trump están afectando severamente a los ciudadanos. No queda claro lo que puede pasar, la gente ya está en la calle y se va cohesionando, a lo que se suma la inconformidad pública de los migrantes.