Quebradero

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Extinguido desde dentro y desde fuera

 

Por Javier Solórzano Zinser

Es lamentable el final del Inai y es más lamentable la forma en que terminó su última gestión.

El desenlace le acabó dando elementos a las críticas que venían de López Obrador y a partir de ello de sus seguidores obnubilados. El debate sobre lo que se tenía que hacer con el Instituto nunca estuvo en la mesa realmente, lo que pasó en los últimos años en el instituto terminó por ir construyendo su lamentable destino.

López Obrador se encargó de crear una narrativa conveniente para lo que quería. Durante un tiempo utilizó al Inai para hacer denuncias y críticas a los gobiernos anteriores, pero en cuanto llegó al poder lo señaló, y desde el primer momento trató de crear en torno a él una narrativa en que no había día en que no hablara de la corrupción e inutilidad del instituto autónomo. Si algo no le gustaba al expresidente, era que el instituto fuera autónomo, quería que fuera el Gobierno el encargado de la transparencia y la rendición de cuentas.

Quienes defendieron al Inai durante años cambiaron su perspectiva con tal de subirse al barco de la desaparición del organismo. De lo que se trataba ahora era seguir la línea del expresidente.

La desaparición del Inai no pasó por ningún debate ni evaluación. Sí se le acusó, como a otros organismos autónomos, de corrupción, pero no se hizo una sola investigación en la cual pudiera comprobarse que, ciertamente, había problemas internos que merecían destituciones u observaciones legales.

La información sobre las irregularidades en el Inai salió del propio instituto. Quedó claro en la información que se dio a conocer sobre una de las bodegas. Fue evidente que fue una filtración interna, muy probablemente en medio del enojo y las irregularidades que, al final, acompañaron al instituto.

Sin duda, el organismo requería con urgencia una transformación. En un primer momento cumplió con sus objetivos, pero con el paso del tiempo muchos problemas se enquistaron al interior y en muchos casos quienes pertenecían al instituto, poco hicieron para llevarlo a una nueva etapa. El tema era una constante entre los comisionados, pero al final no se hizo nada que pudiera adelantar los tiempos y, sobre todo, que pudiera contrarrestar la oprobiosa ofensiva del expresidente.

El Inai fue muriendo poco a poco desde el inicio del sexenio pasado. López Obrador, sin tener mucha idea de lo que se trataba, fue dinamitándolo y, para ello, le bajó el presupuesto o impidió el nombramiento de nuevos comisionados. Al final, terminó sesionando únicamente con cuatro de ellos. En una jugada desesperada se logró que para que mantuviera su legalidad quien fungiera como presidente o presidenta tuviera un voto de calidad.

La mayoría en el Congreso no discutió el tema. Echaron para adelante la propuesta, la cual hizo suya la Presidenta.

No hubo debate. Lo que hicieron fue llenar al instituto de una narrativa, la cual, en muy pocos casos, se pudo comprobar. Poco importaban los objetivos del instituto y la importancia que tenía para los ciudadanos.

Lo que viene ahora es su singular integración a la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno. Aseguran que el Instituto no perderá su autonomía y cumplirá mejor los objetivos de transparencia, anticorrupción, información para los ciudadanos y protección de datos personales. Aseguran también que será un organismo colegiado, pero en los hechos será una persona la que decida siempre y cuando el tema no pase por problemas para la “paz social” y la “seguridad nacional”, entre otros elementos.

El Inai terminó perdido entre un ataque brutal del Gobierno y su incapacidad interna para transformarse, los paganos seremos los ciudadanos.

RESQUICIOS.

Habrá que preguntarse si el delegado de la FGR en Jalisco informó sobre lo que estaba pasando en Teuchitlán desde septiembre. No cae toda la responsabilidad en la fiscalía de Jalisco, sin por ello pasar por alto lo que hizo, pero sobre todo, lo que no hizo; ahora resulta que la fiscalía no sabía nada.