Quebradero

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Un sábado de rabia y dolor

 

Por Javier Solórzano Zinser

Tiene razón la Presidenta cuando pide no adelantar juicios sobre el rancho Izaguirre. Es deseable que esta semana se den todos los pormenores de lo que ahí se hacía, cuando decimos todos, se exige plena transparencia, sin importar las consecuencias.

Mientras esto sucede no hay motivos para inhibir o criticar a quienes con base en la información de los colectivos hemos conocido partes del horror. Los 400 pares de zapatos, las playeras, las mochilas, los llaveros y los recuerdos personales son por ahora la cara del horror.

Han sido, precisamente, las madres buscadoras quienes, a lo largo de muchos años, han buscado con paciencia, desesperación y amor a los suyos.

Si no fuera por ellas no sabríamos lo que pasa en buena parte del país. La autoridad ha sido pasiva y en muchos casos ha sido displicente y agresiva. La respuesta de la autoridad ha tenido tintes de minimizar las cosas y, en este caso, empieza a crearse una corriente de opinión en que quizá se quiera hacer ver que las cosas tienen otra dimensión de la que las madres buscadoras han presentado.

Lo que pasaba en Teuchitlán no es ajeno a lo que sucede en otras comunidades. Si bien es cierto que muy probablemente estamos ante un hecho brutal, sin olvidar que tiene antecedentes en el país, también es cierto que por más terrible que sea, forma parte de una realidad que ya nos agobia ante la que hay que luchar para no perder la capacidad de indignación.

La Presidenta debe tomar en cuenta que muchas de las reacciones tienen que ver con la forma en que otros gobiernos han actuado. Referirse a López Obrador se debe a que nunca recibió a ningún colectivo, más bien los señaló calificándolos de “adversarios”.

Esto es parte de la herencia pesada que está cargando la Presidenta, a la cual tiene que darle atención por innumerables motivos, sobre todo en su calidad de máxima autoridad del país y de mujer.

No hay manera de no referirse regularmente a López Obrador. Forma parte de la crítica periodística al Gobierno. En el Gobierno deberían saber distinguir entre el análisis y las intenciones que podría calificar como abyectas.

El expresidente en esta materia pecó de insensible. Tuvo a la mano la posibilidad de darle un giro a las cosas y no lo hizo, más bien intentó reducir el número de víctimas en algo que quiso convertir en rentabilidad política, la cual al paso del tiempo ya se vio, no dio resultado alguno. Hoy esa herencia la carga la Presidenta y debe lidiar con ella, de ahí podría derivarse su expresión de que dejen en paz al expresidente.

No se le puede dejar en paz, porque hay una herencia que, sistemáticamente, se manifiesta ante nosotros. La propia Presidenta se refiere a él con regularidad, como lo hizo en lo que llamó “festival” de hace dos domingos.

Lo que es un hecho, es que la presencia de la delincuencia organizada ha resquebrajado a nuestra sociedad y la ha llenado de fosas clandestinas. Los actos del sábado son la prueba de cómo madres, padres, familiares y amigos han perdido a los suyos. Fue impresionante la gran cantidad de gente, porque detrás de cada persona hay una historia que se expande hacia su entorno.

No tiene sentido hablar de reunirse con los colectivos y las madres buscadoras si el punto de partida termina por ser que “tenemos diferencias”.

El Gobierno debe tomar nota de la narrativa del sábado. Lo que quieren las madres buscadoras es ser escuchadas y tener aliados para que todos crucemos el mismo camino.

Es una historia terrible de México. Es la vida perdida de mucha gente a que ni siquiera han podido enterrar. Es un drama ante el cual los gobiernos han sido insensibles, en el fondo es la vida de todos nosotros.

RESQUICIOS.

Muchas veces conversamos con el gran escritor, maestro y poeta Hernán Laura Zavala. Hombre divertido, ocurrente, muy querido y generoso. El fin de semana falleció y ya va dejando un vacío; sabía gozar la vida.