Extraviados

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Por Fernando Vázquez Rigada

En el piso del Zócalo, colectivos de madres buscadoras pintaron un mapa del rancho del horror, Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco.

Ahí depositamos pares de zapatos y veladoras. Una oración y algo de solidaridad y compasión.

País en descomposición, que se pudre día a día, hora en hora.

Un sitio en donde se ha desvanecido la convivencia, el respeto, la cooperación.

País sin ciudadanos, acaso sólo con habitantes: egoístas, autistas, extraviados en el laberinto privado de su soledad.

A las muertes, miles y miles, se suman los desaparecidos, esfumados. Vidas que se desvanecen en la grotesca estadística oficial.

Porque oficial es el reporte del horror cotidiano que ya a nadie mueve: 1,204 personas desaparecidas en febrero, según la Secretaría de Gobernación. 43 al día.

43 seres humanos que no volverán.

Quedan sus recuerdos y sus rostros. Sus nombres, para que, aunque no vuelvan, no sean olvidados.

Veo sus caras: una glorieta de Reforma, repleta de nombres y fotos. En camisas de sus familiares. En el piso de un gigantesco altar en el que se ha convertido el centro político del país.

El horror no terminará mientras no haya un reconocimiento colectivo de que somos un territorio en ruinas humanas.

Porque hay gente que mata gente. Que la desaparece. Que la tortura. Que la esclaviza. Que la prostituye.

Porque hay gente que protege a esos desalmados.

Porque hay gente que les acepta y convive.

Porque hay quien aspira a ser como ellos.

Y porque hay millones que callan o voltean para otro lado.

Tantas décadas de corrupción, de cinismo, de demagogia, han traído finalmente su precio: un país que extravió su urbanidad y, luego, su decencia.

La tristeza mexicana se resume parafraseando al chiste cubano que trae hasta nosotros Leonardo Padura: el milagro mexicano es que estamos vivos de milagro.

Hay que recuperar la capacidad de estremecernos.

Yo lo hice ayer en el Zócalo ante un grito desgarrador, desesperado:

—Hijo, escucha, tu madre sigue en lucha.

Un grito empecinado, que me inundó las pupilas.

 

@fvazquezrig