Quebradero

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La pesadilla ya es oficial

 

Por Javier Solórzano Zinser

Todo es importante en la relación con EU, pero los hechos de los últimos días hacen que adquiera una dimensión extraordinaria, lo cual no se veía desde hace al menos un siglo.

Deberá ser motivo de análisis qué tan preparado estaba el Gobierno mexicano ante la brutal eventualidad. La Presidenta si no minimizó el asunto, hizo ver que no creía que las cosas llegaran tan lejos. Habrá que ver si en el camino la estrategia debió ser distinta, porque no pareció dársele la importancia debida a la búsqueda de al menos mínimos emprendimientos con las autoridades vecinas; todo indica que no se buscó entablar conversaciones, para más que evitar lo que se venía, conocer lo que estaba directamente en ciernes.

Los aranceles van a cambiar la dinámica económica del país. Son un severo golpe no sólo a México, sino también a EU. En poco tiempo empezaremos a vivir los rudos efectos económicos. Trump asegura que vale la pena el sacrificio y que pronto se verán los resultados; pronto tendrá que verse en su espejo y ante los estadounidenses.

No creemos que en el equipo de Trump no le hayan planteado las rudas consecuencias de las decisiones que está tomando. Se lo digan o no, no deja la mirada unilateral que conjunta un racismo soterrado, una soberbia manifiesta y una falsa ilusión de regresar a los tiempos del “imperialismo yanqui”.

Los aranceles le van a dar un giro al T-MEC que seguramente va a obligar a que se tenga que adelantar la revisión del tratado. Éste puede ser uno de los objetivos de Trump al imponer los aranceles. No descartemos la eventualidad de que el T-MEC pueda cambiar de manera sustantiva, cabe la posibilidad de que se tengan que encontrar nuevos mecanismos comerciales en la relación bilateral, que quizá ya no necesariamente trilateral.

Si bien los aranceles se convierten en uno de los grandes ejes, es importante colocar como asunto de la mayor de las importancias el diagnóstico que hace el presidente de EU sobre el narcotráfico y su relación con el Gobierno mexicano.

Trump no decía lo mismo en su pasado presidencial. En más de alguna ocasión elogió a López Obrador, quien por las razones que se quiera terminó siendo más dócil. Todo fue diferente a lo que planteaba en sus tiempos de candidato, hasta un libro le dedicó.

El diagnóstico es preocupante por más cuestionable que sea. Trump no admite matices ni explicaciones. Sin embargo, no tiene sentido desconocer que como país cada vez hemos perdido territorio ante la delincuencia organizada. Esto no puede explicarse si no es a través de relaciones de complicidad, las cuales se han convertido en formas de cogobierno.

Como país, estamos pagando los problemas internos que nunca entendimos en su justa dimensión. Para los gobiernos resultó absurdamente más efectivo dejar pasar y ser cómplice que actuar. Es claro que la vecindad obligó a que la delincuencia organizada tuviera capacidad de maniobra, el problema ha sido y es que se permitió como forma de cogobierno el gran avance de los cárteles.

Centrar únicamente el tema en la dupla Calderón-García Luna es soslayar irresponsablemente lo que ha pasado en los últimos años. En este cada vez más grave asunto, ya no se puede mirar por el espejo retrovisor, es cuestión de ver algunos gobiernos de Morena para entender el porqué de las afirmaciones de Trump, quien no se atreve ni por asomo a verse a sí mismo.

La pesadilla ya es oficial. Las consecuencias son impredecibles y de riesgos incalculables.

RESQUICIOS.

En cualquier momento las decisiones de Trump tendrían consecuencias graves para la cotidianidad del país. La clave estará en la respuesta, porque a pesar de la abrumadora mayoría la Presidenta deberá entender que requiere de todos y todas, incluyendo a quien menosprecia o pide aislar.