Por Uriel Flores Aguayo
La vida es de todos y de cada quien. Es colectiva e individual. El todo camina pleno y es la suma de cada quien. Somos ciclos, momentos y circunstancias. Estos días navideños con sus significados en influencias religiosas y culturales propician y facilitan la reflexión y la convivencia. Es el caso mexicano en su contexto occidental y cristiano. La navidad coincide con el fin de año y las bajas temperaturas. Los balances personales y la reclusión hogareña suscitan nostalgias y autocríticas. Uno piensa, quiera o no, al menos un poco de cómo va su vida, levemente siquiera. Ve y escucha a los demás, familia y amistades, y hace comparaciones de otras experiencias. Nadie sale indemne del contacto con los otros. Es un rasgo sustancialmente humano.
Las vivencias de los demás conocidas directamente alegran, entristecen, dan lecciones, son ejemplo, ilusionan, enseñan y despiertan simpatía o no. Eso es la vida: la práctica de la condición humana con las posibilidades que nos abre la calidad humana. La gente normalmente es buena y lo pone en juego en todo; se activa ante los problemas de otros, se indigna por las injusticias y es solidaria plenamente. Los primeros beneficiados de los actos de la gente buena son los familiares, después las amistades y al final, en diversos grados, la ciudadanía. Para hacer el bien no se requieren colores de partidos o determinadas ideas. La esencia humana y social está por encima de intereses artificiales porque es la base de todo; se manifiesta cotidianamente en todos los ámbitos de la sociedad.
La vida nos pone ante múltiples combinaciones de estudios, laborales y amorosas. Cada camino de los muchos que se pueden recorrer está condicionado por las circunstancias y los tiempos. Algunas decisiones se toman o no dependiendo del lugar y la fecha; lo que se hace podría no hacerse si no aparecen las personas o las necesidades. Cuenta mucho si hay acompañamiento familiar y amistoso o no. La vida tiene sus misterios, y se cuestiona por qué sí o no se hace algo. No es eludible la responsabilidad de cada quién en sus decisiones, eso es intransferible. Se opta por un estudio y profesión y resulta en la cima de una vocación o en la frustración y vaivén; se decide unión conyugal y el amor que une perdura para siempre o abre otras experiencias. Eso puede ser o no. La familia de origen es clave en la continuidad con familia propia donde los hijos inciden poderosamente en los motivos para el esfuerzo y en el equilibrio emocional. Hay distintos tipos de familias y una tendencia descendente en la maternidad. Los tiempos cambian. Lo tradicional se transforma y el curso de la vida nos coloca en escenarios inéditos. Lo que no cambia son los valores y principios de la gente. Son nuestra esencia. No se puede prescindir de ellos. Cambian las formas y ciertos gustos. Pero lo positivo es tal y lo bueno también.
Deseo a mis amables lectores que estas fechas les sean gratas y que las disfruten con sus seres queridos.
Recadito: más que obvio que los recibos de CMAS están por las nubes.