Sinaloa, un polvorín en cuenta regresiva

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Por Ruby Soriano

 En un circo de la política bizarra en tiempos de la cuarta transformación, el fin de semana, el gobernador morenista Rubén Rocha Moya rindió su tercer informe al frente del Estado de Sinaloa, cuyo parte delincuencial en los últimos 80 días de permanente violencia y enfrentamientos, reporta 503 asesinatos y una gran quema de negocios en Culiacán.

La pregunta en los ámbitos políticos no puede quedar al margen al señalar ¿qué le deberán las cúpulas morenistas a un gobernador que no sólo ha sido señalado por un presunto contubernio con grupos delincuenciales, sino también por el desbordamiento de violencia y muertes durante su mandato?

Los enfrentamientos en Sinaloa entre organizaciones delincuenciales identificadas con Los Chapitos y la Mayiza hicieron de ese territorio un verdadero polvorín, donde la población civil también ha resultado directamente víctima de esta disputa.

A todas luces, se intuye que el tema político en Sinaloa tiene un gran trasfondo que vincula peligrosamente a personajes no sólo de Culiacán, sino de la política nacional como protectores de un gobierno etiquetado por la corrupción y la impunidad.

Los espaldarazos que en repetidas ocasiones el gobernador de Sinaloa ha recibido desde la Presidencia y de parte de Ricardo Monreal, no pueden minimizarse sin que se piense que algo debe saber para mantenerlo al frente del gobierno a pesar del saldo rojo que se sigue incrementando en esa entidad.

Al parecer Rocha Moya ha estado impulsando una operación cicatriz con algunas personas claves en esa entidad, como la familia de Héctor Melesio Cuén Ojeda, a quienes dedicó unas palabras durante su informe.

Mientras el gobernador ha intentado minimizar lo que está ocurriendo en su entidad, desde el gobierno le enviaron ejército, marina y guardia nacional para blindar un informe que pocos avalaron con credibilidad.

La pelea por el control del epicentro de la delincuencia organizada en México es de resultados reservados. La disputa interna en el Cártel de Sinaloa ha puesto en jaque al gobierno, a las instituciones de seguridad quienes, al parecer, se vuelven inoperantes al tocar territorio sinaloense.

La población civil ha dejado de creer en sus autoridades y se encuentran en franca vulnerabilidad antes la serie de enfrentamientos, principalmente que se registran en distintas zonas de la capital y donde nadie mete la mano para resguardar a los ciudadanos.

Rocha Moya se ha convertido en la efigie de un gobernante que admite negociar con los grupos criminales e ignorar el grito de auxilio de empresarios y ciudadanos, quienes piden su renuncia, misma que difícilmente llegará, pues cuenta con la bendición de quien detrás del telón, sigue moviendo los hilos en México (Andrés Manuel López Obrador).

 

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