Por Luis Emilio Soto
“Creo que me funciona porque no siento ansiedad, pero tampoco es vida”. Fue la frase que una fuente confidencial entrevistada, destacó tras haber ingerido ansiolíticos y anticonvulsivos sin prescripción y sustento profesional y legal.
Ante la intensidad notable del deterioro emocional, la víctima tomó la decisión de buscar ayuda profesional y confiar en la psicóloga de Perote Ana María Huerta, presunto personal médico del Centro de Especialidades Médicas La Paz, la cual, de acuerdo con la fuente, no cuenta con el grado profesional para recetar medicamentos y lo hacía vía WhatsApp.
–¿Qué ocurrió que te llevó a buscar terapia?
“En pandemia tuve que acudir a terapia porque empecé a tener trastornos de ansiedad muy fuertes. Mis cuadros de ansiedad ya eran que tenía yo ataques de pánico todo el tiempo. Entonces, yo ya no podía como que seguir viviendo con eso, entonces me recomendaron una terapeuta que era como que muy buena y muy famosa en el lugar donde vivo”.
Así, llegó con Ana María Huerta, psicóloga que, según relató, se mostraba como una profesional capacitada. Sin embargo, la experiencia con sus métodos dejó huellas que ella misma define como perjudiciales.
-¿Cómo fue el inicio del tratamiento?
“Pensé que nuestras terapias iban a ser solamente en plan de ejercicios y tal, pero ella me dijo que, por el tipo de ansiedad que tenía, necesitaba ser medicada. (…) Ella decidió medicarme, me medicó como por tres meses, yo creo. Me dio sertralina y citalopram”.
Ella confió en la terapeuta y comenzó con los medicamentos, pero los efectos secundarios fueron difíciles de sobrellevar: “El tomar ansiolíticos (…) no eres tú, todo el tiempo tienes sueño, te sientes mal, no tienes hambre, y físicamente a mí la verdad me afectó muchísimo, hormonalmente también, y bajé muchísimo de peso”.
Al preguntarle si tenía recetas médicas firmadas, la víctima mencionó que no tenía una sola, pues supuestamente Ana María Huerta lo hacía de palabra, lo que refleja un problema estructural mucho más grande de lo que podría aparentar, pues de acuerdo con la fuente, fue en la ciudad de Perote, en el estado de Veracruz, donde pudo acceder esos medicamentos, sin el mínimo cuestionamiento.
Hace aproximadamente ocho meses, buscó nuevamente a la terapeuta, cuando sintió que su ansiedad reaparecía con una fuerza mayor. Esta vez, los tratamientos fueron incluso más problemáticos a pesar de solo haber durado tres semanas.
-¿Qué pasó cuando volviste con ella?
“Me dio medicamentos, eran anticonvulsivos e igual ansiolíticos, Oxcarbazepina e Hidroxicina (…) No me daba receta, nada más por WhatsApp me decía: ‘¿Sabes qué? Te vas a tomar esto cada tanto tiempo y vemos cómo reaccionas’”.
La supuesta psicóloga jamás la pesó tan siquiera y le recetó un anticonvulsivo cuando ni siquiera tenía signos de presentar epilepsia.
Esto la llevó a experimentar efectos adversos aún más graves. “Sentía que flotaba, me sentía drogada básicamente (…). Todo el tiempo tenía que tomarlos en la mañana, en la tarde y para dormir. (…) Empecé a faltar a la escuela por esa razón, porque me sentía mal todo el tiempo”.
La fuente reveló cómo al tener tantos dolores y malestares físicos, además de paranoia y pasar por lo que describe como el peor momento de su vida, confiaba en que los efectos secundarios serían pasajeros, confiaba en su doctora.
La alarma sobre las prácticas de la terapeuta llegó cuando la joven explicó su situación a un coordinador también psicólogo en su universidad, para justificar sus múltiples faltas en la institución educativa.
¿Cómo te diste cuenta de que algo estaba mal?
“Le dije, ‘Oye, ¿sabe qué? Falté una semana porque mi psicóloga me recetó tal medicamento’, y ahí fue donde él se alarmó. Me dijo: ‘¿Cómo, tu psicóloga te dio medicamentos?’. (…) Me dijo, ‘tú la puedes demandar porque esta persona solo es psicóloga y no tiene ninguna autorización para medicarte’”.
Este descubrimiento generó una mezcla de emociones en la joven estudiante, quien cuestionó la confianza depositada en la terapeuta y el impacto de las decisiones tomadas. “Me sentía bastante mal (…) Yo era un zombi, literal, decía, creo que me funciona porque no siento ansiedad, pero tampoco es vida”.
Pese a las irregularidades, la entrevistada optó por no proceder legalmente contra Ana María Huerta, en parte por su estado emocional y en parte por las complicaciones que ello implicaba.
-¿Por qué decidiste no denunciar?
“Sentí que iba a ser algo que me desgastaría más. (…) También por evitar problemas (…). Dije, bueno, creo que no”.
Aunque no tomó acciones legales, la fuente concluye que fue una experiencia de aprendizaje. “Siento que no está chido como que se aprovechen de tu vulnerabilidad en ese momento, de que emocionalmente no te encuentras bien y tú confías en esa persona”.
Este caso expone la importancia de respetar los límites profesionales dentro del ámbito de la salud mental y las consecuencias que puede tener no hacerlo, especialmente cuando las personas más vulnerables depositan su confianza en profesionales e instituciones con una posible carencia ética.
Asimismo, queda expuesta la ausencia de controles que existe en Veracruz en la venta de medicamentos por prescripción, además de la inexistente supervisión de los médicos que los recetan sin autorización para ello.