Por Lyneth Santiago
Minatitlán, Veracruz, se encuentra una vez más en medio de una emergencia que, si bien no sorprende, sigue causando desesperación.
Las lluvias intensas de la temporada han vuelto a desbordar el río Coatzacoalcos, inundando calles, viviendas y negocios cercanos al afluente. Para quienes viven en la segunda planta, éste hecho no les afecta “tanto”, pero para quienes no tienen una, esto les afecta el triple ya que tienen que ver la manera en que sus pertenencias no se vean afectadas por las aguas.
Para los habitantes de Minatitlán y las comunidades vecinas, como Capoacán, el panorama, tristemente, es bastante común. “Cada año es lo mismo, y cada año nos prometen soluciones que nunca llegan”, comenta Ricardo Martínez, quien ha vivido en el municipio toda su vida y ha experimentado el desbordamiento del río Coatzacoalcos en más de una ocasión.
El río continúa siendo un riesgo constante para aquellas personas que viven en zonas propensas a inundaciones, sumándole a esto los comerciantes en los mercados cercanos al malecón, quienes también han tenido que desalojar y dirigirse a otras zonas. Y es que, para ellos, alejarse de sus negocios, viviendas y trabajos, ya significa una gran pérdida.
Cada temporada de lluvias, las autoridades locales y estatales advierten sobre el riesgo inminente y exhortan a la población a evacuar las áreas de riesgo. Sin embargo, el tiempo pasa y las promesas de proyectos de infraestructura, como bordos o sistemas de drenaje adecuados, siguen solo en el papel.
Cabe destacar que una de las áreas más afectadas ha sido la del malecón, puesto que la infraestructura tiene quiebres y en palabras de los pobladores, éste no ha sido mejorado y mucho menos atendido para evitar esta clase de desastres como cada año.
El panorama de desorganización y la escasa planificación en términos de infraestructura para mitigar el impacto de las lluvias no son un secreto para los habitantes de Minatitlán. Según explican, si bien las lluvias intensas y el cambio climático han agravado la situación, consideran que la falta de prevención por parte de las autoridades es el verdadero problema. “Hace años que deberían haber invertido en mejores sistemas de desagüe y en reforzar los bordes del río, pero las prioridades parecen estar en otro lado”, expresó Ricardo Martínez, quien ha perdido algunas pertenencias.
Agregó que está cansado de que cada año sea lo mismo con las inundaciones, que, aunque es consciente de la zona en la que vive, el drenaje, la infraestructura y la basura que la gente tira en las calles solo genera aún más daño.
“Lo más complicado de vivir en zonas de riesgo es que muchos de plano no podemos salir de nuestras casas o bien, perdemos pertenencias que claro que cuestan, además de los daños que pueda recibir la casa debido a la humedad y basura, inclusive esto podría afectarnos a la salud. ¿Cuántos comerciantes del (mercado) 5 de febrero y el Popular sufren por las pérdidas de sus ventas o la escasez de venta que llega a haber? Lo que hace falta aquí en Mina, en lugar de que el dinero se gaste en hacer obras que ni al caso, deberían de preocuparse por mejorar la infraestructura del malecón para que, o no haya daños, o éstos sean menores”, reclama.
Por otra parte, los lancheros han aprovechado para brindar sus servicios a la comunidad para transportarlos de un punto a otro, al menos en las zonas inundadas y en las que el agua llega a las rodillas.
Autoridades como Protección Civil, entre otras, han estado pendientes de la situación que se vive en Minatitlán, advirtiendo a la gente que tenga cuidado al salir de sus casas debido al avistamiento de serpientes, que al parecer buscan lugares secos en los cuales refugiarse.
Ante esta situación, las demandas de la comunidad se hacen más urgentes: no solo piden ayuda inmediata para ayudar a las familias damnificadas y proveer alimentos, sino también un plan a largo plazo que evite que esta tragedia se repita año con año. Las promesas de las autoridades se renuevan cada vez que el río desborda, pero la realidad no cambia.
Así, el ciclo se repite: el río Coatzacoalcos arrastra no solo agua, sino el recuerdo de una falta de una buena infraestructura que ha trascendido durante años.