Quebradero

Share

Le abrieron la puerta

 

Por Javier Solórzano Zinser

El desaguisado que se armó con el embajador Ken Salazar fue provocado en buena medida por el expresidente López Obrador.

Poco importaron los cauces diplomáticos sobre los cuales se debería regir la relación. Le abrieron la puerta de par en par a todas las dependencias. Ken Salazar tomó en serio su papel, y habrá que reconocer que buscó por todos los medios fortalecer la relación entre su país y el nuestro, sin olvidar que su primer interés y el más importante es defender los intereses de EU.

Se le veía en todas partes, porque se entendía que había un visto bueno de Palacio Nacional. Por si hubiera alguna duda, López Obrador se encargó a lo largo de buena parte de su sexenio hacer ver que Ken Salazar era su “amigo”.

El embajador lo entendió y por eso se movía a sus anchas defendiendo, como era obvio, los intereses de su país buscando llevar de la mejor manera posible la relación bilateral, pero insistimos, Ken Salazar es embajador de EU en nuestro país y no tiene por qué ser ninguna hermanita de la caridad.

Mientras las cosas marcharon, nadie se atrevió a cuestionar en lo más mínimo al embajador. Lo pusieron de ejemplo y además el Presidente se reunía con él con bastante frecuencia seguramente porque lo encontró como un interruptor válido, y porque muchos asuntos bilaterales los quería resolver con el embajador sin necesidad de ir a otras esferas del Gobierno de Joe Biden.

Mientras esto sucedía, Esteban Moctezuma, en Washington, hacía malabares tratando de hacer ver de manera distinta las declaraciones muchas veces confusas y agresivas del expresidente. El embajador de México, para decirlo de manera cotidiana, para innumerables broncas.

Ken Salazar frenó muchos problemas. Varias declaraciones del expresidente cayeron muy mal en la clase política estadounidense. El embajador se encargó en ocasiones de atemperar el rudo lenguaje, lo cual permitió que las cosas no pasaron a mayores.

Mientras Salazar cumplió con lo que para el expresidente era amistad y entendimiento la puerta estaba abierta. El embajador tiene una gran ventaja, conoce bien la mentalidad mexicana, porque desde pequeño tuvo a nuestro país cercano por muchos motivos.

Todo cambió cuando Ken Salazar entendió y le pidieron que debía defender los intereses de su país. La declaración sobre la reforma al Poder Judicial cambió las cosas. No era una declaración unilateral. Era un posicionamiento de su país ante una reforma en la cual, a decir del representante del Gobierno de EU en México, se afectaban intereses y acuerdos mutuos.

Lo que hizo Ken Salazar no fue una decisión personal, como se trató de hacer ver. Fue una petición, o quizás exigencia, del Gobierno al que representa y del sector privado de su país. Su posicionamiento le salió caro, lo mandaron a una singular posición a la que bautizaron como “pausa”, la cual nunca quedó del todo clara lo que quería decir.

En menor medida pasó lo mismo con el embajador de Canadá. La diferencia es que la relación que guardamos con este país con todo y que es parte del T-MEC, es muy diferente. Con nuestros vecinos del norte tenemos un historial en diversos momentos cargados de rudeza en lo político, a lo que se sumó que la mirada del expresidente por momentos parecía como si fuera propia de los tiempos de la Guerra Fría.

Como era de esperarse, estamos en un reencauzamiento. No es rudo circunscribir la relación del embajador y, en general, de todos los embajadores acreditados en el país, vía la Cancillería;  así debió ser desde el principio.

Lo que quedó claro es que el embajador les cayó muy bien hasta que hizo lo que cualquier representante diplomático debe ser, entre otras cosas, defender los intereses de su país.

RESQUICIOS.

Ayer se cumplieron cinco años del “Culiacanazo”. El hecho debió obligar a revisar las condiciones bajo las cuales estaba la capital de Sinaloa. No tiene sentido partir de que las cosas se desataron porque se llevaron como pudieron a El Mayo al otro lado.