El sentenciado
Por Javier Solórzano Zinser
Con los casi 39 años de sentencia a Genaro García Luna se cierra una de las páginas más oprobiosas de las autoridades de justicia en el país.
El exfuncionario representa los vericuetos y la corrupción que rodea al sistema judicial y del cual no se ha podido salir. La reforma al Poder Judicial no es necesariamente la mejor alternativa como para tener la certeza de que gestiones como la de García Luna no se vayan a repetir. Se nos pueden venir coyunturas más sofisticadas en la actuación de los impartidores de justicia, pero no por ello van a dejar de producir efectos similares a los que hemos visto y vivido a lo largo de años.
Genaro García Luna representa una parte oprobiosa del sistema de justicia mexicano. No es un hecho aislado. Más bien tiene que ver con lo que durante años ha sucedido en las cloacas de los sistemas de seguridad.
La narrativa que se trató de imponer a lo largo de los seis años de Felipe Calderón poco o nada tuvo que ver con los resultados. Genaro García Luna se encargó de llevar a cabo una serie de actos para tratar de generar en la opinión pública una especie de evidencia de que se avanzaba en contra de la delincuencia organizada.
Las puestas en escena en los casos de Florence Cassez y de Rubén Omar Romano, entre otros, mostraron la importancia que tenía para el presidente en turno y su encargado de seguridad, se buscaba crear una narrativa de que las cosas se estaban resolviendo. Romano al final optó por mejor hacerse a un lado, porque además de vivir un secuestro muy doloroso también padeció todo tipo de presiones para “colaborar”.
Sin embargo, las acusaciones de las autoridades estadounidenses poco o nada tienen que ver, por obvias razones, con su gestión y los asuntos internos de México. Donde está la gran clave está en la relación, a decir de los impartidores de justicia de EU, que estableció con la delincuencia organizada al amparo de su cargo en el gobierno mexicano.
El expresidente Calderón ha venido insistiendo que enfrentó de manera directa al narcotráfico, que no dio concesión alguna, como ha sucedido en años recientes con la famosa máxima de “abrazos no balazos”.
Es cierto que en este sentido las estrategias fueron en su operación distintas, aunque de fondo tengan muchas similitudes; sin embargo, el método utilizado por García Luna acabó por hacer lo que quería sin importar ni la forma ni el fondo.
La pregunta que corre es qué tanto Felipe Calderón conocía lo que hacía su encargado de seguridad. La disyuntiva desde donde se ve es riesgosa, porque si no sabía, sin duda es una falta mayúscula en un presidente, y si sabía la cuestión es por qué no paró las cosas cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Como hipótesis: podría ser que le plantearon en varias ocasiones que con lo que se estaba haciendo las cosas al menos podrían atemperarse.
Es inevitable que las miradas ahora se dirijan hacia Felipe Calderón. Hasta ahora el encargado de seguridad se ha mantenido en silencio y muy probablemente así será hasta que cumpla su larga sentencia, como están las cosas el expresidente tiene motivos para estar a las vivas.
López Obrador, la Presidenta y la mayoría confirmaron su narrativa de años, pero no se puede dejar de considerar que Calderón no ha dejado de estar señalado más por la elección del 2006 que por su estrategia en materia de seguridad, la cual no es muy distinta de lo que ha pasado en estos últimos años.
De nuevo ha sido la autoridad estadounidense la que juzga y sentencia a un connacional. En EU no acostumbran verse en su espejo, para ellos los problemas siempre vienen del exterior.
Veremos si a futuro el sentenciado cuenta algo más que lo de sus dos desesperadas cartas.
RESQUICIOS.
Por más que le buscó Morena, no pudieron revertir los resultados electorales en Jalisco. A pesar de que MC perdió importantes municipios, logró quedarse con la gubernatura del estado y con su capital lo cual le suma, sobre todo, porque asomó la cabeza en las elecciones presidenciales.