Por Lyneth Santiago
El 17 de octubre de 1953, México fue marcado por un momento histórico que transformó la vida de millones de mujeres y generó una apertura en la lucha por la equidad de género en el país. Por medio de una reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a las mujeres mexicanas se les reconoció el derecho al voto y la posibilidad de ser elegidas en cargos relacionados con la política, logrando así una igualdad de derechos con los hombres.
Este hecho histórico generó años de movilización en los que las mujeres no han parado de luchar por sus derechos, por la equidad y por la justicia. Hoy en día continúan habiendo luchas, protestas y exigencias por lo que las mujeres sufren en nuestro país, porque aun cuando hay avances, en México aún falta mucho por recorrer.
Un camino de exclusión y resistencia
Durante gran parte del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las mujeres en México se enfrentaron a un sistema patriarcal en todo el sentido de la palabra, mismo que en muchas ocasiones -si no es que casi siempre- las denigraba por ser el “género más débil”.
Aunque a partir de la Revolución Mexicana hubo avances significativos en cuanto a derechos sociales y económicos, el tema de la igualdad de género no recibió la misma atención. Las mujeres, si bien participaron activamente en las luchas revolucionarias, continuaron siendo excluidas de la toma de decisiones políticas, haciéndolas ver menos en comparación con los hombres, pues esa época se destacaba por el profundo machismo dentro del sistema.
La lucha por los derechos políticos femeninos cobró mayor fuerza en los años posteriores a la Revolución. En la década de los 20 del siglo pasado, feministas como Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto comenzaron a exigir que las mujeres fueran reconocidas como ciudadanas plenas. El movimiento feminista mexicano empezó a organizarse y las demandas por la igualdad política y el acceso a la educación llegaron a ser miles.
En el año de 1947, se dio un pequeño paso cuando el gobierno permitió a las mujeres votar en las elecciones municipales. A pesar de ello, este derecho limitado no cumplió las expectativas de las activistas feministas, quienes continuaron demandando por la inclusión en el proceso electoral federal y la posibilidad de ser elegidas para cargos públicos en cualquiera de los niveles.
La lucha de las mujeres activistas
El logro alcanzado en 1953 no habría sido posible sin el profundo y persistente compromiso de las activistas feministas, quienes trabajaron para cambiar la mentalidad y las estructuras políticas patriarcales de su época. Cabed destacar que Hermila Galindo fue una de las primeras en pronunciarse a partir de la necesidad de que las mujeres tuvieran un papel activo en la política. Desde su participación en el Congreso Feminista de 1916, Galindo abogó por los derechos políticos de las mujeres, aunque su propuesta fue desestimada en ese momento.
Elvia Carrillo Puerto, apodada “La Monja Roja del Mayab”, fue otra figura clave en la lucha. Hermana del gobernador socialista Felipe Carrillo Puerto, Elvia fue una pionera del feminismo en México y una de las primeras mujeres en ocupar un cargo público, siendo diputada en Yucatán en los años 20. A pesar de las amenazas y las barreras que enfrentó, su activismo detalló el camino para la lucha de las mujeres que continuaron con este legado.
A través de organizaciones como el Frente Único Pro Derechos de la Mujer y la Federación de Mujeres Mexicanas, cientos de mujeres fueron a la lucha en el año 1940 para exigir el voto. Mismas activistas que llevaron sus demandas al Congreso, promovieron la educación política entre las mujeres, y realizaron campañas una y otra vez para que su voz pudiera ser escuchada. Fueron miles de mujeres que lograron que el voto femenino estuviese puesto en la agenda nacional tras sus incansables intentos de ser tomadas en cuenta.
La aprobación de la reforma
En el año de 1952, Adolfo Ruiz Cortines obtuvo la presidencia de México con una promesa electoral que cambiaría la historia: otorgar a las mujeres el derecho al voto en las elecciones federales. El presidente, consciente de la creciente presión social, impulsó la reforma constitucional que, finalmente, fue aprobada el 17 de octubre de 1953.
Ese día, México modificó los artículos 34 y 35 de su Constitución, reconociendo a las mujeres como ciudadanas con plenos derechos políticos. Esto significó no solo la posibilidad de votar en las elecciones, sino también de postularse para cargos públicos y participar activamente en la vida política del país.
El legado de 1953 y los desafíos actuales
El impacto de la reforma fue un cambio notable en las elecciones de 1955, cuando por primera vez en la historia, las mujeres mexicanas acudieron a las urnas para votar y ser votadas. Aquellas elecciones marcaron el inicio de una nueva era en la política mexicana, una en la que las mujeres comenzaron a ocupar espacios que antes les habían sido negados.
Entre las primeras mujeres en ser electas a cargos públicos se encontraron figuras como Aurora Jiménez de Palacios, quien se convirtió en la primera diputada federal, abriendo la puerta para que más mujeres pudieran seguir sus pasos. Aun así, el camino hacia la igualdad plena no fue sencillo, y las barreras culturales y políticas continuaron limitando la participación femenina en los años posteriores.
La conquista del derecho al voto en 1953 fue un paso crucial, pero no el final de la lucha por la equidad de género en México. A lo largo de las décadas siguientes, las mujeres continuaron enfrentando numerosos desafíos, desde la discriminación laboral y política hasta la violencia de género y la sub-representación en los espacios de toma de decisiones. Sin embargo, la semilla plantada aquel 17 de octubre siguió dando frutos.
Hoy en día, las mujeres mexicanas no solo votan, sino que también han alcanzado posiciones importantes en todos los niveles de gobierno. Sin embargo, persisten desafíos como la paridad en las candidaturas, la violencia política de género y la falta de igualdad en oportunidades reales de acceso al poder. La lucha por la justicia y la equidad continúa, pero el legado de 1953 nos recuerda que los derechos conquistados son el resultado de un esfuerzo colectivo y que el avance hacia una sociedad más justa requiere una participación constante y decidida.
Porque como mujeres, hoy y siempre, nos mantenemos en una constante lucha que esperamos pueda terminar pronto. En un México violento, las mujeres alzan la voz.