¿Ni los veo ni los oigo?
Por Javier Solórzano Zinser
Por si había alguna duda, la Presidenta pintó su raya. Ha establecido que dialogará sólo con “el pueblo de México”, sin decirlo explícitamente, no tiene en su radar dialogar con la oposición.
Había ciertas expectativas de que Claudia Sheinbaum diseñaría una estrategia distinta de la de su antecesor. López Obrador no se sentó en ninguna ocasión para dialogar con la oposición. La pasó por alto menospreciándola y tratando de evidenciarla bajo cualquier pretexto.
Los gobernadores de oposición se sometían o eran señalados. Quedar bien con López Obrador significaba seguridad en el presupuesto, buen trato y hasta que el tabasqueño atemperara los gritos de repudio de los fervorosos militantes del expresidente en contra de ellos. Todo indica que algunos de ellos con tal de evitarse problemas terminaron por dejar la plaza libre en los procesos electorales.
Habrá que reconocer que los gobernadores no tenían capacidad de maniobra y en muchos casos tomaron el camino fácil evitando cualquier enfrentamiento con el poderoso mandatario. El caso de Guanajuato fue singular, porque el gobernador no bajó la guardia, a pesar de que el expresidente ponía como ejemplo de la violencia a diario al estado pasando por alto lo que sucedía en entidades gobernadas por Morena.
Quizá con la Presidenta haya ciertas sutilezas, por decirlo de alguna manera, pero se va viendo que estamos entrando en una reedición de lo vivido, estás conmigo o estás contra mí. A esto sumemos que cada vez hay menos estados gobernados por la oposición.
Sin pasar por alto lo diluida que está la oposición, para el ejercicio democrático es fundamental el diálogo con los actores políticos representados producto de los procesos electorales.
La Presidenta no puede pasar por alto que la votación que obtuvo, sin la menor duda significativa, obliga a dialogar con al menos el 40% de la población que no sufragó por ella. Cuando afirma que va a dialogar sólo con “el pueblo de México” si bien tiene un lado altamente positivo, está pasando por alto el valor de la representatividad, en términos de la democracia, de las diferentes fuerzas políticas.
A pesar de que su partido y sus aliados tengan una mayoría calificada en el Congreso, esto no significa que no existan fuerzas representativas de la sociedad, no sólo de pensamiento, sino particularmente de la democracia instituida y de la importancia del diálogo entre poderes.
No se puede circunscribir la comunicación con el Poder Legislativo únicamente vía las fuerzas políticas que apoyan a la Presidenta, porque además de que se pierde el sentido de la pluralidad, estos actores políticos tienden a jugar un papel cercano al sometimiento ante la inquilina de Palacio Nacional.
El otro elemento cuestionable tiene que ver con las diferentes fuerzas sociales que a lo largo de muchos años han demandado que las escuchen.
Los colectivos feministas, las madres buscadoras, los familiares de desplazados y padres y madres de niños con cáncer, entre otras, si se quiere aplicar la máxima son también “pueblo” y tendrían que ser recibidos para conversar y escuchar sus puntos de vista.
Sus demandas pasan por profundos dolores cargados de impotencia y tristeza con todo y sus secuelas; rompimientos familiares involuntarios; y porque a lo largo de seis años simple y sencillamente no fueron escuchados, más bien se les señaló y hasta satanizó. Permítame de nuevo recordar la desfachatez con que el encargado de la pandemia llegó a plantear que con movimientos como el de los padres y madres de niños con cáncer, se iniciaban las intentonas de golpe de Estado.
No vaya a ser que entremos en tiempos idos y con razón fustigados de ni los veo ni los oigo.
RESQUICIOS.
Este día es importante para la Presidenta. Va a dialogar con empresarios de México y EU quienes están ávidos de conocer las reglas del juego. Por más mensajes de tranquilidad que se han enviado son más las dudas que las certezas; es una muy buena oportunidad