Quebradero

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Sí se dice, pero no lo andan viendo

 

Por Javier Solórzano Zinser

No le beneficia a nuestra sociedad una oposición debilitada, pero está sólo en ella jugar un papel diferente de lo que ha hecho hasta ahora.

No está tampoco en la Presidenta jugar el papel de benefactora o algo parecido para que la oposición pueda tener un rol preponderante. Mientras no haya trabajo en territorio y no entre en un proceso de cohesión seguirá diluida, y en donde su estrategia de criticar al gobierno termina por ser un mecanismo de defensa ante la opinión pública para hacerse medianamente ver y valer, más que hacerlo a través del trabajo político y en territorio.

Al país y a la sociedad no le ayuda en su democracia y gobernabilidad que la oposición esté como está desde hace un buen tiempo. Cada vez es más clara la tendencia negativa de la alianza PRIAN con su desaparecido acompañante el PRD.

Al no ser fuerte, el Gobierno acaba hablándose a sí mismo, se acaba peleando con su sombra o podría pasar, como se prevé, que la gobernabilidad enfrente dificultades por los problemas internos que tenga el partido mayoritario.

Un espíritu democrático y de pluralidad podría colocar a la Presidenta en la búsqueda de diálogo con aquellos que tiene borrados o están diluidos, porque representan pensamientos, acciones y demandas de una sociedad que es por definición diversa.

Por ahora la Presidenta no ha mandado mensaje alguno tanto en su toma de posesión como en el Zócalo sobre el tema. La oposición todo parece indicar que llegó a un acuerdo de civilidad política con la mayoría en la toma de posesión,  pero es un hecho que pasó desapercibida incluso en términos mediáticos.

No hay indicios de que Claudia Sheinbaum tenga en su radar a la oposición, porque no la ve como interlocutora y no le quita el sueño. No se refirió a ella quizá también porque no la tiene como un referente válido y de interlocución en su gobernabilidad. No se vislumbra una cercanía o algo parecido de no ser el concepto ambiguo de que gobernará para todas y todos.

A pesar de ello la Presidenta, presumimos, tiene una visión más abierta y ensanchada de cómo debe establecerse la gobernabilidad que su predecesor. Muchos asuntos requieren de otras voces, como es el caso de la instrumentación de la reforma al Poder Judicial.

El galimatías en que estamos metidos no va a ser fácil de resolver porque además no hay antecedentes de un proyecto de esta naturaleza. Va a ser necesario escuchar las voces de especialistas quienes podrían ser factor importante para alcanzar los objetivos, que son de enorme complejidad y difíciles de alcanzar.

La formación de la Presidenta lleva a imaginar que podría ir estableciendo relación con sectores de la población a los cuales el expresidente pasó de largo sin argumentos de peso o referencias atendibles.

Son inquietantes las omisiones de la Presidenta en sus discursos sobre los desaparecidos, los desplazados, los colectivos de madres buscadoras, las madres y padres de niños con cáncer y en el doloroso tema del feminicidio. No se pueden vivir otros seis años sin comunicación con estos interlocutores, porque los problemas en esta materia no están disminuyendo, más bien mantienen una peligrosa y triste constante.

La oposición política está en los partidos que está visto tienen una tarea mayúscula que no se ve que estén empezando a resolver. Pero también existen otros sectores que se les ha colocado la categoría de adversario u oposición perdiendo de vista la sensibilidad en la gobernabilidad y lo que significa en la vida de cientos de miles de personas.

Si lo que no se dice no se ve ante estos problemas no se ha hecho otra cosa que decirlos y no los quieren ver.

RESQUICIOS.

La aprobación de la reforma al Poder Judicial no ha menguado las protestas. El día de la toma de posesión un grupo de trabajadores se manifestó en el lobby de San Lázaro. Piden diálogo con la Presidenta, además de ser necesario sería un importante gesto que su equipo se sentara con los inconformes y los escuche.