Quebradero

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“El que mucho se despide…”

 

Por Javier Solórzano Zinser

No hay indicios por lo menos por ahora de que vayan a cambiar las cosas a partir del 1 de octubre. Claudia Sheinbaum ha dejado claramente establecido cómo va a ser su relación con las Fuerzas Armadas y lo que piensa respecto a la aprobación de la reforma al Poder Judicial, la cual en algún sentido ha hecho propia.

El problema que inevitablemente enfrentará es la inseguridad y la instrumentación de la reforma al Poder Judicial. Si la política en estas dos áreas no pasa por tamices, las cosas van a entrar, particularmente en el Poder Judicial, en un laberinto.

Las Fuerzas Armadas van a seguir siendo el bastión para enfrentar la inseguridad. Hasta ahora no existen elementos que hagan suponer que podría existir al menos una posición medianamente crítica en función de una estrategia que con matices menores, sigue siendo similar a la de sexenios anteriores.

Es cuestión de revisar el número de personas muertas por hechos violentos en esta administración para confirmar que aquello de abrazos no balazos no alcanzó a trascender. El país tiene en los últimos años el mayor número de personas muertas por violencia, lo cual rebasa las cifras del pasado.

El acto en el cual participó la futura Presidenta, invitada por López Obrador, en el Colegio Militar terminó por ser un asunto político de conveniencias mutuas que dejó claramente establecido que las Fuerzas Armadas se van a fortalecer aún más, lo que llevará a problemas delicados. Se confirma que se renuncia a optar por políticas en materia de seguridad que sean encabezadas por policías civiles.

El problema también está en que con la estrategia que hasta ahora se ha seguido no se lleva a cabo un acuse de recibo, en el sentido de que las cosas no han cambiado en esencia. En estos tiempos de final de sexenio en donde pareciera que todo termina por ser un juego de cifras alegres, la terca realidad en algunas áreas está mostrando que lo que ha pasado en los últimos años no terminó por fructificar en función de la voluntad o la narrativa presidencial.

Por más empatía, identidad y cercanía que tenga la futura Presidenta con López Obrador debe tener un diagnóstico de lo que le puede esperar en el corto plazo. Los votos y la popularidad pueden pasar a segundo plano si no se tiene un buen diagnóstico, los primeros afectados serán quienes han manifestado simpatía y fortalecen la popularidad de los gobernantes, al final son quienes votaron por ellos.

El lío mayúsculo en Sinaloa muestra que no se logró controlar una situación que se conocía a detalle. Todo se agudizó a partir del secuestro-entrega-detención, vaya usted a saber, de  El Mayo, asunto que sólo vimos pasar.

Hubo momentos a lo largo del sexenio en que parecía incluso que en algún sentido se le abría la puerta al Cártel de Sinaloa. A esto se ha sumado la insistencia federal y estatal de minimizar la violencia que en estos días se ha desatado. Estos mecanismos no permiten tener claridad respecto a lo que está pasando.

Otro tema que está entre nosotros y que se va a convertir en un galimatías es la reforma al Poder Judicial. La emoción, euforia y las presiones que se echaron a andar con tal de  aprobar la reforma a como dé lugar, han dejado a un lado lo que en el fondo contiene y que va a ser difícil de desarrollar.

En conversación con destacado exmagistrado boliviano nos explicaba los enormes problemas que tuvieron en medio de la abstención y desconocimiento ciudadano, a pesar de los esfuerzos para elegir de manera directa a los jueces.

La futura Presidenta entra muy arropada. Su reto será la herencia y qué hacer con el Presidente al que se le aplica aquello de “el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”.

RESQUICIOS.

Las prisas son como se preveía de alcance nacional. En la gran mayoría de los Congresos estatales no se ha dado al menos una lectura de la reforma. Están en el “regalazo”. En Oaxaca el gobernador presume que fueron los primeros, tardaron seis minutos en ello.