Por Martín Quitano Martínez
La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales
que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.
José de San Martín
La soberbia es mostrada sin ambages. Se muestran exultantes cuando piensan que son la personificación del pueblo, que ellos y particularmente “Él”, son la encarnación de la voz y el sentir del pueblo bueno, la verdad redimida, la única. Así sienten, y por ello el mandato popular se concentra en acentuar, ahora sí, lo que Él interpreta como la transformación, que en su cuarto momento histórico requiere la patria.
Los afanes de trascendencia, histriónicamente mostrados por algunas o algunos, se presentan en manifestaciones que dan fe de las peligrosas visiones autoritarias que desprecian la posibilidad de respetar las voces distintas de la pluralidad política dentro de la vida democrática.
La vehemencia oficialista alcanza muy altos niveles en sus “referentes”, siendo patético observar que pasen de la bravuconada a la amenaza, de pendencieros envalentonados a pajes y abyectos servidores del monarca. Ejemplos como los de Sergio Gutiérrez y Mario Delgado, sujetos que alardean en sus defensas para ser mirados por sus patrones y patronas, a quienes les debe quedar claro que están dispuestos a todo por la continuidad y el segundo piso y el plan c y lo que sea que signifique pertenecer al grupo en el poder.
Los excesos avanzan hasta la ignominia, como el mensaje del próximo secretario de educación federal a diputados electos del PT, en el que menciona que urge aprobar los ajustes constitucionales indicados por el gran líder, para alegrarle con ese regalo “su fin de mandato”. Un perla más, de las vistas en los últimos días junto con las lágrimas de la diputada o del gobernador que aseguran su idolatría.
El escenario de un presente que ya es futuro. Un anuncio que establece los comportamientos de actores envanecidos, arrogantes, dispuestos a todo en sus representaciones mayoritarias que les vuelve ciegos y sordos ante cualquier otra consideración que no emane del proyecto transformador al que se deben.
Falta ver hasta dónde impacta la ruptura de la representación de las minorías en la pluralidad democrática. Hasta cuánto habrá disposición de escuchar, posibilidad de dialogar con los integrantes del nuevo grupo hegemónico. Falta saber si en el modo y la forma que se asuma en la nueva gestión que inicia prevalecerá una visión y acción autocrática que se solace no solo en desdeñar a las oposiciones sino en intimidar con las amenazas y castigos que se les ocurran. Total por ello son el pueblo y el pueblo, dicen, nunca se equivoca.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Frase muy ocupada por AMLO, “el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, tal cual.
X: @mquim1962