Quebradero

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Hacia el confuso futuro colectivo

 

Por Javier Solórzano Zinser

Es muy probable que de hoy al lunes cambie de manera radical e inédita el rumbo del país. Las y los legisladores de mayoría van a dejar todo listo para que las reformas del Presidente se aprueben como lo ha pedido desde el 5 de febrero.

No se pueden hacer todos los cambios antes del 1 de septiembre. Hasta ese día Morena y sus aliados tendrán seguramente la mayoría calificada. Lo único que faltará será “convencer” a 3 o 4 senadores para que se puedan aprobar todas las reformas con mayoría calificada en las dos cámaras.

No queda claro cómo le van a hacer para convencer a algunos senadores para que se sumen a la aprobación de las reformas. Se intuye cuál será el camino para hacerlo, pueden ir desde husmear los currículums de algunos senadores, hasta persuadirlos bajo ciertos “ofrecimientos”, o también pudiera ser que simple y sencillamente se ausenten el día de las sesiones, ya sea por “obligación” o “convencimiento”.

Quizá no se tenga la dimensión exacta de lo que viene. El próximo lunes podría estar ya definida la reforma al Poder Judicial, la desaparición de los institutos autónomos y la definición de cómo va a quedar estructurado el Congreso con una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y en el Senado con tres o cuatro votos para poder alcanzarla.

Esto puede ir significando el cambio de régimen. Las reformas van más allá, porque también está en la mira la reforma electoral todo lo cual estaría dándole una nueva estructura a la forma en que hemos vivido estos años.

Si nos atenemos a la forma y fondo bajo los cuales se están haciendo las cosas hay pocas alternativas, por no decir nulas, posibilidades de debatir el futuro colectivo. Las cosas no van a ser distintas con la futura Presidenta. Más bien en estos proyectos se va a buscar una consolidación en el intento de construir el nuevo régimen.

El Presidente va a alcanzar uno de sus grandes objetivos. Cuando dijo hace algunos años “al diablo con sus instituciones” fue porque tenía en la mira cómo quería las instituciones y de cuáles se quería deshacer sin preguntarse cuál era su funcionalidad y su papel en la sociedad. Lo que estaba de fondo era y es la concentración del poder en el Gobierno como esencia de la gobernabilidad.

El Presidente fue creando un ánimo social entre sus millones de seguidores sobre la inutilidad de las instituciones y del Poder Judicial llenándonos de adjetivos sin que se haya presentado denuncia o demanda alguna que lo probara.

Su crítica al Poder Judicial fue sistemática y contundente. Nunca se detuvo a presentar casos concretos de corrupción, aunque sí planteó a través de su diligente titular de Bucareli juicios políticos en contra de algunos juzgadores.

La forma en que se llevó a cabo la crítica, cargada de innumerables adjetivos y lugares comunes, buscaba generar el descrédito del Poder Judicial entre sus millones de seguidores, estrategia que terminó por darle resultado.

Para instrumentarlo, puso en marcha una estrategia que hace algunos meses parecía inalcanzable: la consumación del Plan C, la mayoría en el Congreso. Lo inalcanzable se hizo posible y sin que importara. El Presidente alcanzó su proyecto con debates a conveniencia y en el caso de los institutos sin diálogo alguno.

La profunda transformación al Poder Judicial se ha querido aderezar con una serie de cambios que acaban por ser más de forma que de fondo, nunca hubo un análisis interno sobre el estado de las cosas.

Para este día Morena ha agendado otro de los temas fundamentales para el Presidente: la desaparición de los institutos autónomos con lo que se habrá cerrado la etapa de transformación o quizás destrucción de las instituciones.

El país desde el lunes ahora sí empezará a ser otro.

RESQUICIOS.

En medio del proceso de cambio confuso la oposición sigue pasmada. Andan en la pelea por las curules mientras el Presidente y su mayoría les pasan por encima con todas las repercusiones y secuelas que esto ya trae.