Ahí viene el Plan C
Por Javier Solórzano Zinser
Como se veía venir, el Presidente tendrá en septiembre su jolgorio. Todavía está por definirse cómo quedará el Congreso, pero si nos atenemos a la posibilidad real de que ‘tengo una mayoría calificada’, septiembre será el mes para que haga todo lo que no pudo hacer en los últimos años en materia de reformas.
Las y los legisladores de Morena y aliados de lo que queda de la actual legislatura, se han ofrecido a cumplirle al Presidente aprobar las 18 reformas que quedaron pendientes de las 20 que presentó el 5 de febrero.
López Obrador va a cumplir sus objetivos de desaparecer los institutos autónomos, transformación de los aparatos de justicia con singulares elecciones directas de sus responsables y quizá llevar de nuevo los aparatos de gobierno a los procesos electorales.
Por cómo se han planteado las cosas no va a haber debate alguno para tomar decisiones sobre sus propuestas. Ayer planteaban legisladores de Morena que lo consultarían con Claudia Sheinbaum, recordemos que la futura Presidenta toma posición el 1 de octubre. El hecho tiene más que ver con formas que con fondo. La próxima mandataria, además de tener definitivas coincidencias con el Presidente sobre el contenido de las reformas, se va viendo que tiene coincidencias en las formas.
Se viene a confirmar que no existe interés en debatir las reformas. Se trata de echar por delante los votos y la maquinaria que permitan su aprobación. Es muy probable que de nuevo se asegure en el Congreso que están dispuestos a discutir y debatir, pero de nuevo está en el Congreso el fantasma del voy derecho y no me quito y no le cambie ni un coma.
Va quedando claro que en el tema de los institutos autónomos, el Presidente más que querer ahorrar, situación a la que se refería sistemáticamente, lo que quería y quiere es desaparecerlos, porque en términos de su gobernabilidad le estorbaron.
López Obrador parte de que la transparencia y la rendición de cuentas está bien manejada desde los aparatos de gobierno. Dicho de otra manera, el Gobierno se autotransparenta, el Gobierno se autorinde cuentas, y en una de ésas, hasta organiza elecciones.
Con él empieza y termina todo. Parte de que la sociedad tiene que creerle y más ahora, 6 de cada 10 mexicanos votaron por su proyecto y la continuidad. Para el Gobierno el resultado el domingo es algo así como el paso de vía libre para que haga todo lo que le parezca.
Hace algunos meses parecía remoto el Plan C. Al no poderse aprobar dos propuestas presidenciales en dos ocasiones anteriores, la apuesta fue que el nuevo Congreso con una mayoría calificada las aprobara, hecho que está muy cerca de consumarse.
El problema para el Gobierno radica en que no hay elementos suficientes todavía para que exista una mayoría calificada porque hay una controversia muy atendible sobre la proporcionalidad. La Secretaría de Gobernación se adelantó en plena mañanera a dar números que no tenían que ver con el informe que tiene por el INE, instancia única con la información del derecho para reportar los resultados; echaron a andar su propia maquinaria y una narrativa que por ahora no marcha.
El país se va haciendo a imagen y semejanza del Presidente. Las preguntas ahora son hacia la futura Presidenta. No se trata de que rompa con el Presidente, eso no va a pasar. Lo que se quisiera imaginar es que está dispuesta a debatir temas de trascendencia, gobierne quien gobierne.
Vamos a un cambio de régimen. Lo que no está claro es hacía dónde vamos. No procede cuestionar la importancia de dirigir las políticas hacia los más desprotegidos.
El costo de cómo lo quieren hacer, tarde que temprano se nos vendrá encima como nación de presente-futuro.
RESQUICIOS.
Va perfilándose la pérdida de registro del PRD. Se veía venir. No entendieron lo que venía. A la salida de López Obrador se vinieron abajo manteniendo dosis de soberbia, sin darse cuenta de lo que estaba pasando; va muriendo lo que en sentido estricto es la última izquierda partidista.