Quebradero

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El reto democrático de Claudia

Por Javier Solórzano Zinser

Una de las claves para la gobernabilidad de Claudia Sheinbaum estará en el diagnóstico que tenga del país. Será importante la transición entre gobiernos; sin embargo, existen antecedentes para dudar del proceso, a veces no se cuenta toda la historia del país que somos.

Suponemos que en este caso los escenarios debieran ser distintos. La cuestión estará en el diagnóstico que el equipo de Sheinbaum tiene sobre el país. En muchas áreas hay evidencias de que el conocimiento de López Obrador sobre México no fue del todo completo. Se sabe que recorrió entre 3 y 4 ocasiones el país, pero nos hemos dado cuenta que una cosa es ver los escenarios desde la oposición de una candidatura y otra muy distinta la gobernabilidad.

En el área de seguridad muchas cosas están riesgosamente pendientes. El Presidente ha reconocido que en algunas cosas se equivocó, sobre todo con la presencia de las Fuerzas Armadas en las labores de seguridad. El tema no ha dejado de estar entre nosotros y se ha agudizado. Las Fuerzas Armadas son las encargadas de la seguridad y en muchos casos han sido rebasadas.

Claudia Sheinbaum debe tener un diagnóstico de país preciso y no a modo o en función de lo que se diga en la transición, porque podríamos seguir bajo la misma dinámica de la cual nos vamos dando cuenta que no resuelve los problemas de fondo.

Ponemos por delante el tema de la inseguridad porque es algo que afecta en serio. Por más que se presenten resultados en que pareciera que se atemperan las cosas, la terca realidad sigue relevante, vigente y pertinente. El riesgo está en las inminentes secuelas sociales y políticas.

Es un hecho que el nuevo Gobierno no puede continuar con algunas de las estrategias que se han venido instrumentando. Por más que haya una lealtad, hay muchos asuntos a la vista que igual afectan a la fervorosa militancia de Morena y a quienes votaron el domingo en contra de la 4T; son asuntos de todos los que vivimos en México.

La lealtad y fidelidad en algunas áreas puede tener un costo caro. Por más que se haya obtenido un triunfo contundente, esto no resuelve los problemas del corto y mediano plazo. Lo que los resuelve son estrategias diferentes y, a pesar de su contundencia, no se puede perder de vista que existe un sector de la población, cercano al 30%, que no votó en favor de la candidata del oficialismo. Son ciudadanos que merecen atención y con los que hay que acordar, independientemente de las decisiones que tome una mayoría legítimamente constituida.

Una de las virtudes de los procesos democráticos tiene que ver con que las minorías deben ser escuchadas y tomadas en cuenta. Para el futuro del país de nada va a servir la política de “no le cambien ni una coma a todos los proyectos que provengan del Ejecutivo”.

Repetir la fórmula de estos años en que en el Legislativo se organizaban Parlamentos Abiertos para discutir temas de primera importancia con destacados especialistas, para que luego en los plenos no se tomaran en cuenta sino más bien se desacreditaran con la cargada de militancia más que de razonamientos, nos puede llevar a laberintos que van a detonar negativamente entre nosotros.

Escuchar es una forma de avanzar. Este Gobierno no lo hizo, hizo lo contrario sin importarle una oposición con nombre y apellido y con suficientes votos para ser tomada en cuenta.

Si Claudia sigue por el mismo camino, con todo y que tiene mayor capacidad de maniobra que la que se tiene ahora, perdería su sentido democrático al que apela.

La votación fue clara. Se viene una dinámica muy diferente en lo político y social. El reto para Claudia no está en hacerlo sino en cómo lo va a hacer, en ello se verá su talante democrático.

RESQUICIOS.

Hablando de retos, el de la oposición en el Senado será de grandes ligas. Ya se verá qué legisladores se dejarán ir con las tentaciones del oficialismo en su objetivo de alcanzar los votos para los cambios que le quieren hacer a la Constitución.