Debate final, en el día después
Por Javier Solórzano Zinser
No somos de la idea de que Xóchitl Gálvez perdió la oportunidad de “noquear” a Claudia Sheinbaum en el tercer debate.
A lo que se abocó fue a seguir con su estrategia de intentar minar la credibilidad de la candidata del oficialismo.
No queda claro si lo logró. El papel de los debates tiende a ser desigual, en la gran mayoría de los casos acaba influyendo poco en la decisión ciudadana. Por más que se entre en el juego del quién ganó es realmente difícil saber qué tanto lo sucedido en dos horas puede influir en la ciudadanía.
Quizá el tercer debate haya sido el más parejo. Máynez se ha convertido ya en un personaje identificable. En su participación de nuevo trató de echar por delante sus propuestas y siguió teniendo en la mira a Xóchitl, al tiempo que de alguna manera fue condescendiente con la candidata del oficialismo.
Máynez ha crecido, pero bajo las condiciones en que va el proceso y los 13 días que faltan para la elección no se ve cómo pueda crecer más allá de lo que tiene. Lo más importante para Máynez y su partido es que logre sumar el mayor número de votos y que MC termine fortalecido, sin pasar por alto lo que se juega en Jalisco y Nuevo León, estados en que no puede perder su hegemonía.
Máynez a estas alturas tiene que sumar lo más que pueda, entendiendo que en su narrativa busque hacer ver muchas cosas que difícilmente se alcanzarán.
Xóchitl llegó al debate fortalecida por el gran acto en que participó el domingo en la mañana. De nuevo llevó una caja cargada de cartulinas, de las cuales presumimos no sacó ni el 10%. Quedó la impresión de que le pudo haber sacado mucho más jugo a los temas de política social y seguridad.
Una de las grandes controversias sobre este último tema pasa por la presencia del Ejército, ninguna de las candidatas ni el candidato ahondaron sobre el papel que debieran jugar las Fuerzas Armadas en el mediano plazo y, sobre todo, visualizando el año 2030 en que terminaría el sexenio de quien eventualmente gane las elecciones.
Pensar que en un debate se puede noquear al adversario no tiene mucho sentido. Se tiene que presentar información que vaya evidenciando paulatinamente al otro o la otra, la mejor estrategia siempre acaba siendo la de intentar minar al otro con información precisa y no sólo con señalamientos cargados de adjetivos que pueden pasar de largo, como de hecho por momentos sucedió cuando Xóchitl se refería a Claudia.
Si bien la audiencia del debate confirma un interés ciudadano, buena parte de la sociedad está bajo otra dinámica y su voto pasa claramente por otros elementos. Es aquí en donde Claudia Sheinbaum tiene espacios importantes y una capacidad de maniobra que le da el ser parte del poder.
López Obrador no la va a dejar por ningún motivo. El domingo se vino a confirmar, por si alguien en el absurdo tuviera dudas, su cercanía y lealtad al Presidente. Logró durante el debate evadir los ataques, pero algunas respuestas generan dudas.
El domingo las candidatas y el candidato pudieron por momentos expresarse hilando ideas con principio y fin. Algunos de los temas que se trataron merecían reflexiones que bien podían dirigirse hacia estrategias nuevas, particularmente en el tema de la seguridad.
Está en el lejos-cerca del 2030. El país será seguramente distinto de lo que es ahora. Nuestra democracia necesitaba de muchos cambios, lo peor que podría pasar es que se concentre, como en los 70, 80, la organización e instrumentación de los procesos electorales en el Gobierno.
En el debate del domingo aparecieron elementos a considerar en el futuro inmediato. No podemos seguir con los partidos cubriendo a sus candidatos, el juego se tiene que abrir.
RESQUICIOS.
No deja de ser un problema de focos rojos la violencia político-electoral. Es brutal para las familias en que uno de sus integrantes aspira a un cargo público, y también lo es para las comunidades en donde se desarrolla la violencia, porque si algo produce es el temor de ir a las urnas.