Quebradero

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Pisa. ¿Por qué no?

 

Por: Javier Solórzano Zinser

Por más imperfectas y cuestionadas que sean las evaluaciones escolares son la manera más acabada para conocer el estado de la educación y el avance de los estudiantes y el papel del magisterio.

Las calificaciones son el referente para conocer el nivel escolar en su conjunto. Las evaluaciones no se basan solamente en exámenes, son parte de un todo. A lo largo de los cursos presenciales aparecen diversas variables que son también de primera importancia, como la asistencia a clase, la participación de los estudiantes en la misma y la relación que se guarda con los otros alumnos y los maestros.

No es una tarea sencilla evaluar, porque se pueden perder aspectos en la relación maestro-alumno y en el mismo proceso de enseñanza-aprendizaje, porque en cada una de las partes de la educación escolar puede involuntariamente pasar por alto o no atender el papel que cada uno de sus componentes juega. Las y los maestros son la pieza central, porque son quienes se encargan a lo largo del curso de ir viendo y evaluando a los estudiantes, al tiempo que tratar de motivarlos para que busquen una vocación escolar.

Evaluar es el mecanismo bajo el cual podemos conocer méritos estudiantiles para que vayan avanzando en los diferentes grados del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Un problema cada vez más recurrente pasa por cómo los estudiantes van cursando y pasando a diferentes grados sin que necesariamente estén adquiriendo los conocimientos para ello. El deterioro del proceso escolar repercute en el desarrollo de toda la formación de los estudiantes.

En el caso de los alumnos que pasan de la preparatoria a las instituciones de educación superior se ha ido convirtiendo en un problema mayor, porque en los primeros años de la universidad o de las escuelas técnicas en un buen número de casos hay que retomar muchas cosas de las prepas, porque los estudiantes vienen malformados y desinformados.

La primaria y la secundaria son claves para armar y diseñar la educación media superior y superior. Si no tenemos elementos para tener certezas del proceso lo que pasa es que se deteriora la educación misma, pero sobre todo, los alumnos salen mal preparados y el mercado de trabajo en muchas ocasiones los desecha. Insistimos, no es un asunto sencillo evaluar el proceso educativo a lo que hay que sumar que no deja de tener dosis de subjetividad.

Existen diferentes elementos para conocer, comparar e identificar el proceso escolar. Por un lado, está lo que sucede en un salón de clase. Por otro, está la dinámica de la escuela y, finalmente, el comparativo de lo que pasa al interior del salón de clases con otros estudiantes del mismo grado escolar.

La trascendencia de la educación es estratégica para todos los países. Desde hace tiempo se ha desarrollado en términos internacionales evaluaciones educativas que puedan permitir conocer cómo están las cosas en cada uno de los países que pertenecen a organizaciones, como es el caso de los países de la OCDE, de la cual somos integrantes con derechos y obligaciones.

La prueba PISA no nos anda persiguiendo ni juzgando. De lo que se trata es de tener diagnósticos que permitan mejorar los procesos educativos. La negativa del Gobierno no tiene razón. No podemos encerrarnos bajo el supuesto de que son estrategias del neoliberalismo y que nadie nos va a decir lo que tenemos que hacer.

¿Vale la pena una reacción de esta naturaleza cuando está a la vista el deterioro educativo, cuando pasamos por una pandemia tan brutal con efectos expansivos, cuando hay evidencias de la gran cantidad de problemas que tienen los estudiantes sólo por enarbolar la bandera nacional?

¿No valdría la pena para mejorar no sólo vernos desde dentro, sino que también nos digan cómo nos ven desde afuera?

RESQUICIOS.

No paran ni pararán las protestas estudiantiles en EU en contra del conflicto de Medio Oriente, y en particular contra Israel. El tema ya es electoral, la cuestión ahora es que apareció un influyente actor: los estudiantes.