No sólo hay que ajustar los relojes
Por Javier Solórzano Zinser
Los debates no sólo los organiza el INE. Los partidos políticos participan de manera importante. Nadie quiere colocar bajo una situación adversa a sus representantes. Las reglas son convenidas y tienen el aval de quienes participan.
A lo largo de muchos años se ha buscado tener formatos que puedan alentar el debate. Para ello se requiere que haya espacios de tiempo que permitan el desarrollo de las propuestas. No se trata de que tengan interminables espacios para presentar sus ideas, pero se tiene que buscar el tiempo para que lo hagan y acotarlos temáticamente para que no se estén saliendo del tema; lo referente a salud y educación terminó sin una explicación que pudiera darle una idea a la ciudadanía de lo que piensan.
Lo que vimos el domingo fue de manera trompicada una extensión de las campañas. Las candidatas y el candidato más-menos se mantuvieron bajo la misma dinámica de lo que han venido haciendo y diciendo. Era hasta cierto punto lógico que Claudia Sheinbaum recibiera sistemáticos ataques de Xóchitl Gálvez bajo el intento de dar un golpe efectista que pudiera trascender, el domingo no pasó.
No lo logró, no tanto porque no lo haya dicho, sino porque no encontró una forma de poder tocar fibras sensibles y porque Sheinbaum estaba esperando todo el tiempo el ataque. La candidata del oficialismo pasó de responder algunos ataques al desdén, no volteó a ver a Xóchitl Gálvez más de tres veces en el debate.
La candidata de la oposición se vio por momentos desorganizada. Algunos de sus planteamientos tenían una interesante crítica al Gobierno y a su candidata; sin embargo, no logró redondearlos un poco por el proceso desorganizado en que se metió y, otro tanto, porque el formato impedía el desarrollo de argumentaciones acabadas.
Por momentos todo se redujo al descrédito y los ataques, lo cual pasó a segundo plano los temas convenidos. Álvarez Máynez entendía muy bien cuál era su papel. Lo que quedó a la vista fue una presunta cercanía con la candidata del oficialismo. En buena parte de sus participaciones colocó en la mira a Xóchitl Gálvez dejando pasar suponemos que no casualmente la crítica que pudiera tener hacia la candidata del oficialismo.
Se entiende la insistencia en declarar ganadores o perdedores del debate. El problema es que al hacerlo se cae en un terreno de enorme subjetividad. Bajo parámetros como argumentaciones, forma de expresar las ideas, responder sobre la marcha y defensa ante los ataques, podrían tenerse categorías que permitan algunas consideraciones.
Claudia Sheinbaum entendió el papel que tenía que jugar. Sin hacer un debate fuera de serie logró atemperar los ánimos en su contra sin salirse de un guion establecido, el cual le ha venido dando resultado en su campaña.
Bajo esta perspectiva es quien salió mejor librada, pero también quedó a la vista que muchas cosas no las respondió, tanto por evadirlas o porque consideró que no había necesidad de entrarle a los temas. Lo que de nuevo se vio es que asume actitudes poco tolerantes en ciertos asuntos. Al final quedó la impresión que estaba cumpliendo un trámite dejando de atender, en lo general, los planteamientos que le hacían.
Lo difícil para Xóchitl Gálvez es que tiene que moverse entre la crítica al Gobierno y a su candidata y el desarrollo de sus propuestas, porque de otra manera lo único que parece es que se la pasa en la crítica sin proponer. Tiene que aprender del debate, porque tiene evidentes virtudes y es desparpajada.
El INE y los partidos tienen que desarrollar formatos menos atados y más libres y precisar las preguntas. Lo importante es que los debates están consolidados, pero para el siguiente hay que ajustar muchas cosas, no sólo los relojes.
RESQUICIOS.
El agravio que representa que Fuerzas Armadas ecuatorianas hayan entrado a nuestra embajada va a requerir de voluntad y ánimo para resolver el diferendo. No basta con los tímidos intentos del mandatario ecuatoriano.