Por Carlos Tercero
La polarización social en México se ha incrementado, rayando en algunos casos en la radicalización. Hoy, tenemos el reto de rescatar la unidad nacional que recuerde a las y los mexicanos que, por encima de nuestras diferencias y preferencias político-electorales, está la conformación del entramado social donde coexistimos todos.
Es válido tomar partido, defender ideales y luchar por causas; la política es apasionante, desata pasiones; sin embargo, el proceso electoral terminará y lamentablemente los agravios y agresiones seguirán latentes, por eso debe prevalecer la civilidad, sobre todo, cuando los políticos superan de inmediato las diferencias y continúan cordialmente con la interlocución natural entre las diversas fuerzas y partidos políticos y los ciudadanos se quedan enganchados y confrontados por sudar calenturas ajenas.
Criticar es fácil, proponer y participar no tanto. En reuniones e incluso grupos de redes sociales, surgen expresiones agresivas y desinformadas de personas que sin leer a detalle o porque su comprensión lectora no se los permite, ofenden sin proponer, argumentan con más necedad que fundamento, criticando severamente las colaboraciones o expresiones de otros, sin la menor autoridad moral o intelectual, pero incluso ello, es favorable para la democracia, pues el debate y la confrontación de ideas, a pesar de su algidez, siempre será mejor que la represión y la censura. El desarrollo democrático se alimenta del debate, pero requiere que el pensamiento crítico tenga origen en una función cerebral y no hepática.
En solo unas semanas, cuando exista una nueva Presidenta Electa, daremos cuenta de cómo la única encuesta que verdaderamente importó fue la de la jornada electoral, la que arrojó los datos de la votación de cada una de las y los ciudadanos que acudieron a las urnas, dejando atrás la especulación y manipulación estratégica de las tendencias y preferencias que algunas de las casas encuestadoras ponen a disposición del mejor postor, luego entonces por qué rasgarse las vestiduras en este momento por los resultados que a estas alturas arroje tal o cual encuesta, ratificando que en política como en la vida, la única verdad absoluta es que todo es relativo.
La contienda electoral no es una lucha de clases ni de sectores sociales, no es una batalla entre ciudadanos; por el contrario, representa el derecho y oportunidad de elegir entre proyectos políticos y programas de gobierno que más convengan para el bienestar colectivo nacional, los propios candidatos y candidatas, no son enemigos, solo contrincantes y representantes de proyectos alternativos de conducción de la vida pública. El proceso electoral debe ser la vía pacífica y democrática para acceder al poder, poder que debe ser entendido como concesión otorgada por mandato popular. En las urnas tiene el mismo valor el voto de la persona más humilde que el de la más próspera, el de la más culta que el de la más relegada del conocimiento, pues así lo determina el enorme y justo poder igualitario que por derecho constitucional tiene cualquier ciudadano para votar y ser votado. Las elecciones no deben ser motivo de conflicto social; por el contrario, las decisiones que comunitariamente se toman en una elección deben ser el punto de partida para resolver los conflictos y problemas sociales. No permitamos que el hartazgo social y la desconfianza en la política nos confronten y nos separen de la ruta de la democracia, sería ceder el paso a la imposición y al autoritarismo, sería resignarse a que alguien más decida por nosotros.
Los enemigos no son quienes piensan diferente, no son quienes votan diferente, los verdaderos enemigos son la pobreza, la inseguridad, la corrupción, la desigualdad y la falta de oportunidades; es contra estos lastres que debemos cerrar filas, es contra nuestras decisiones colectivas erróneas que debemos indignarnos, no podemos sucumbir a la resignación de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, no es posible tolerar más a gobernantes con nombre de tlatoani mexica, cuyo actuar sea más bruto que el producto interno.
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