No está destrozado, pero…
Por Javier Solórzano Zinser
López Obrador deja pendientes en muchos frentes y también deja enconos que podrían adquirir otra dimensión al momento en que deje de ser Presidente. Habrá quien lo defienda, pero no se sabe hasta dónde podría llegar lo que diversos ciudadanos afectados en esta administración puedan terminar por hacer.
El recurrente tema de qué hará el mandatario a partir de que deje la Presidencia se debe a que tiene que ver con lo que es su herencia, la cual puede dejar con escasa capacidad de maniobra a su candidata, en caso de que gane las elecciones, incluso a la candidata de la oposición.
Un problema de corto plazo va a ser qué hacer con las instituciones que el Presidente ha venido deteriorando y en otros casos desapareciendo. Claudia Sheinbaum ha ratificado que va por los institutos autónomos, lo cual sigue siendo una empresa complicada porque no se alcanza la mayoría, incluso en el caso de que se diera el multicitado Plan C.
En el caso de la CNDH es muy probable que sea de las pocas instituciones que no sean tocadas, sobre todo, si la integran de manera definitiva al aparato de Gobierno. La Comisión en menos de cinco años ha dejado de cumplir con sus funciones para convertirse en una extensión de lo que piensa y quiere el Presidente. Recientemente se metió de lleno, sin que tenga atribuciones para ello, en el proceso electoral, su presidenta ha jugado el papel de funcionaria del Gobierno más que de la titular de la CNDH.
En diferentes áreas de la vida del país se ha dado ciertamente un cambio de paradigma. En estos cinco años hay muchas cosas que han cambiado y quizá lo más importante es que ha cambiado nuestra perspectiva de ver algunos lacerantes asuntos que parecían parte de una cotidianidad de “normalidad”.
Amplios sectores de la población mantienen el alto nivel de popularidad del Presidente debido a que encuentran que por primera vez un mandatario está de su lado. No se alcanza a ver qué tanto ha cambiado en lo profundo la vida de mucha gente. Sin embargo, para una buena cantidad de habitantes el simple hecho de que los tengan cotidianamente en el radar abriga una esperanza, aunque sus condiciones económicas y sociales hayan tenido precario movimiento.
Gane quien gane, tiene que poner por delante un diagnóstico de país. En caso de que sea Claudia Sheinbaum no puede partir de una extensión en automático, porque hay muchos problemas que el propio Gobierno esconde o no habla de ellos y que van a repercutir en su eventual gobernabilidad.
Hemos insistido en que quienes quieren ver un rompimiento del Presidente y su candidata más vale que se queden esperando. En sentido estricto, no tendría por qué, ya que se asume como parte de la transformación del Presidente, lo que se anda destacando son pequeños detalles que desde ahora sobrevaloran sus seguidores para resaltar algo así como un perfil propio.
Uno de los problemas que ya está ante nosotros es que ante la opacidad del Gobierno es muy difícil tener claridad del estado de las cosas. Si no hay transparencia respecto a lo que se ha hecho con el dinero, en particular con muchas de las instituciones que han desaparecido, resulta complejo poder tener un diagnóstico de cómo el Presidente dejará el país.
La visión opositora de que el país está destrozado es un exceso. La sociedad se desarrolla bajo condiciones adversas o no. Sin embargo, no cabe armar la fiesta respecto al estado de las cosas. Hay muchos problemas que nos van rebasando y nos colocan bajo condiciones económicas, políticas y sociales inéditas.
Quien gane la elección va a tener que cargar problemas graves y va a tener que hacer a un lado en lo personal y en el imaginario colectivo al inquilino de Palacio Nacional.
RESQUICIOS.
El Presidente insiste en que fue una provocación lo del martes. Sólo quiere dialogar con los padres de los estudiantes desaparecidos sin asesores “porque no me dan confianza”, no sin antes llenar a estos de adjetivos; no se ve que cambie el estado de las cosas.