Por Uriel Flores Aguayo
Ante su evidente realidad frívola y corrupta, tiene algo de broma y otro poco de ofensa oírles que están transformando, que son humanistas, que impulsan una revolución de las conciencias y que luchan por ideales. Son expresiones huecas que cuando se comprenden arrancan una carcajada y la duda sobre su fantasiosa realidad. Ahí debe haber algo más patológico que la demagogia.
En estos sombríos años los hemos visto actuar igualito a los políticos tradicionales. Hicieron un gobierno nepotista y de cuates, colocando perfiles ínfimos. Hicieron del gobierno un concurso de frivolidad, un botín de ineptitud.
Son nuevos ricos, viven en zonas exclusivas, viajan en carros de lujo, comen en restaurantes light, sus hijos estudian en escuelas privadas, andan a la moda y compran propiedades en el extranjero. Nada que los políticos tradicionales no hicieran. Son incongruentes. Nada de vivir en colonias populares. Son la incoherencia que pretende engañar con rollos y culto al Presidente.
Hicieron del gobierno una fiesta, donde se divierten y enriquecen. Son farsantes. Sin trayectoria ni formación, sin ideología ni ideales, sin convicciones democráticas, son una caricatura. Han disfrutado y abusado del poder. Cuando se vayan se sabrá de sus excesos. La farsa tiene que ver con su supuesto “amor al pueblo”, una ocurrencia más que desafía al sentido común y se vuelve ofensiva a nuestra inteligencia.
Confundidos con los resultados del 2018 se plantan con una chistosa arrogancia. Sus filas están plagadas de oportunistas, la mayoría, dispuestos a simular y arrastrarse por puestos y mando. Ahora sus esfuerzos están guiados por el intento de ocultar su súbita e inexplicable riqueza. Algunos tendrán fuero, otros tendrán que huir cuando llegue la alternancia y tengan que rendir cuentas.
Será interesante verlos sin poder. Ya tenemos una pequeña muestra con los ex secretarios de despacho: una vez sin cargo pasaron al olvido. Exactamente igual ocurrirá con el resto. Son de papel, Morena es un tigre de papel. No tienen escrúpulos, son farsantes. Van a hacer de todo, guerras sucias, trampas diversas y amagos violentos para no soltar el poder que creen de su propiedad. Su ignorancia, prepotencia y vida fácil les nubla el criterio. Pronto verán el resultado de sus abusos y comprobarán que entre los veracruzanos la inmensa mayoría son dignos.
No tienen corazón, manipulan la pobreza y los programas sociales. Son gerentes de los pobres. Están montados en una orgía demagógica. Para ellos todo se vale, lo justifican con una abstracta causa superior. Roban y roban pero limpian su conciencia con la supuesta transformación. Desconocen que la libertad, la rebeldía y la dignidad viven en lo más íntimo de la gente; que el miedo, el conformismo y el interés no superan a esos valores humanos.
Se van a topar con millones de veracruzanos agraviados que les pasarán la cuenta. Van a perder el gobierno de Veracruz y se abrirá una feliz oportunidad de recuperar la pluralidad, la justicia y el desarrollo. Habrá gobernantes capaces, serios, responsables y comprometidos. Nunca más payasadas y abusos, nunca más frivolidad nepotista.
Sin poder son unos pobres diablos. Tuvieron la oportunidad de su vida para plasmar los supuestos ideales que los movían. Resultaron un fraude en todos los sentidos. Su mediocridad y pertenencia al culto presidencial los hundió en una brutal corrupción e irrelevancia. Creyeron que gobernar era sinónimo de juegos y ocurrencias. Se les pasó la mano en raterías, abusos e inutilidad. Con mucho éste es ya el peor gobierno que ha tenido Veracruz. Además de lamentarlo hay que sacarlos ya. Urge.
Recadito: atención a la falta de agua.