Por Uriel Flores Aguayo
Los grandes problemas del sistema político mexicano siguen casi intactos. Son estructurales. Algo se había mejorado con la transición a la democracia. Hubo deformaciones que hicieron se añorara el mando de un “hombre fuerte”. Lo que volvió con fuerza, o nunca se fue del todo, es el partido casi de Estado, la fusión de poderes, el control mediático, los golpes al federalismo, la crisis de los partidos políticos, la ausencia de representación legislativa, la presidencia imperial y los fenómenos del clientelismo político, entre otros.
El gobierno federal y los estatales se disfrazan de partido, de Morena; suplantan sus siglas y militancia. No hay diferencia entre asuntos gubernamentales y los partidarios. Morena anda entre partido hegemónico y de Estado. Dominan a dos poderes y atacan al Judicial; se sienten cómodos sin división de poderes, lo cual lesiona al Estado de Derecho. Por miedo o interés los grandes medios de comunicación están alineados con el gobierno. Hay una subordinación abierta de gobernadores y alcaldes, renunciando a su autonomía en aras de mero interés partidista; se golpea al federalismo.
El grupo en el poder ejerce el control de su propio partido y dos satélites; nada ha hecho por democratizarlos y disminuir sus privilegios; son partidos sin ideología y con casi nula labor de intermediación ciudadana. Los Senadores y Diputados en general no cumplen función representativa; han abdicado de votar y hablar por los intereses de la ciudadanía; su papel actual es el de respaldar lo que les envíe el Presidente y cuidar los intereses de su partido.
La visión autoritaria de AMLO, enemigo del diálogo y la pluralidad, ha traído como consecuencia la restauración en proceso de la presidencia imperial: militarista, voz única, poder de poderes, culto a la personalidad, odio y ocurrencias. Contra los eufemismos y simulaciones de la “cuarta transformación” y la revolución de las conciencias está la práctica vulgar de forzar y acarrear a los empleados públicos y a los beneficiarios de programas sociales. Es un clientelismo cínico y humillante, así como obvio y abusivo. Son capataces y gerentes de la pobreza. Llenan actos y hacen campañas con personas obligadas. Sin pudor alguno realizan esas prácticas corruptas. Son farsantes. Están dedicados a simular y esconder la riqueza que han formado saqueando al país.
Veracruz es un ejemplo claro de esas prácticas de abuso de poder hasta grados patológicos. No hubo cambio positivo. Este sexenio es tan anti democrático como cualquiera del pasado. Fundaron una religión política para adorar a su hombre providencial. Todo está subordinado a eso. Ahora quieren continuar en el poder en un intento de maximato. Quien suba al segundo piso anunciado no podrá moverse con libertad y tampoco tendrá la llave de las puertas y ventanas.
Este autoritarismo es tan anacrónico como nocivo. Son tiempos de levantar las banderas de las reformas políticas y de la democracia.
Recadito: les deseo un positivo Año Nuevo 2024.