Por Darío Fritz
El presidente del país le dice a la oposición: “deben hacer una revisión de su estrategia, les afecta mucho su racismo y clasismo”. El opositor responde: “amenaza al orden constitucional, y de eso a un autogolpe de Estado hay solo un paso”. Un clásico juego sucio entre políticos. Divide que reinarás. ¿Qué tanto afecta esto al carpintero, el repartidor de alimentos o la cocinera de un puesto callejero? Para algunos, polarizar es un llamado a tomar partido y que al ciudadano no le interesa. Para otros, es tal la implicación del ruido político, que sólo el 15% aceptaría tener de vecino a alguien que no piense de la misma manera. Ruido que no sólo es político, las redes sociales tienen una alta cuota de aporte a consumar el odio y bregar por el espíritu de tribu: los que están en un solo bando. En México, 68 por ciento se informan con redes sociales.
¿Qué rincón del continente americano no pasa hoy por esa dicotomía, yo o el otro, pero nunca juntos? Canadienses, costarricenses, panameños y uruguayos podrían estar fuera de la lista, los demás ciudadanos del resto de los países pasan por las mismas turbulencias de la confrontación. La consultora Edelman situó, de acuerdo con respuestas a una encuesta publicada este año, que en países como Estados Unidos, Colombia o Argentina, la polarización es tal que no hay el menor diálogo entre quienes piensan diferente; mientras en Brasil, México o Francia se encuentran al límite de esa falta de diálogo. Un argentino que acaba de pasar por los tres tortuosos meses de elecciones -primarias, primera vuelta y ballotage- entre agosto y octubre reciente, decidió llamarse a silencio por una temporada sin fecha de cese, para recuperarse de la saturación que le implicó estar al pendiente de la información política del país.
Su decisión no es algo extraño. El consumo de información política, según un estudio reciente realizado por la Universidad de Toronto, genera más estrés y repercute de manera negativa en la salud emocional de la gente. Otro análisis, en España -país con índices de polarización extrema-, decía en 2021 que 38 por ciento de la población evitaba las noticias políticas porque le generaba agotamiento y estados negativos.
¿Qué hacer ante tanto veneno circulante? mientras estamos ocupado en cómo pagar los servicios, qué el médico no demore más de dos horas en atendernos, que la hija llegue después de una salida nocturna o que no vuelvan a negarnos mejoras salariales. ¿Llamarse a silencio y abstraernos de encender estaciones de radios y televisoras o cerrar las redes sociales? ¿Reducirnos a comentar únicamente el último show de Luis Miguel, los resultados de la liga de futbol o dónde hallar mejores ofertas de compras de fin de año? ¿Someternos a que la inteligencia artificial nos resuelva cada paso? ¿Sirve argumentar? Jonathan Haidt, un psicólogo social estadounidense, propone para empezar que los políticos -artífices de trasladar sus enconos a los demás- comiencen a hablarse entre ellos, en privado. Quizá debamos adelantarnos y hacerlo entre nosotros, en otros escalones más sencillos y de resultados gratificantes.
@DaríoFritz