Quebradero

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  1. Veremos de qué está hecha la 4T

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

Una muy importante manera de evaluar al Presidente estará en el proceso electoral.

Por ahora todo es fiesta, pero sólo el tiempo será quien termine por evaluar del todo a López Obrador. En el aquí y ahora aparecen elementos que ofrecen escenarios y resultados desiguales.

No queda claro qué tanto trascenderán los programas sociales sin pasar por alto que en muchos de ellos existen evidencias de su efectividad. También va quedando claro que van corriendo rasgos de incertidumbre sobre el futuro inmediato.

El Presidente está dedicándose a entregar obras y a ponderar todo lo que ha hecho. La inauguración parcial del Tren Maya tiene mucho de la política personalizada en que se unen coros no tanto para hablar del tren sino para hablar de lo que hizo el Presidente. El centro es López Obrador y no va a dejar de serlo, incluso ante el eventual triunfo de Claudia Sheinbaum, todo dependerá de cómo pintará su raya la exjefa de Gobierno para delimitar lo que sería su ejercicio del poder y gobernabilidad.

Las declaraciones de funcionarios y simpatizantes se concentran en que todo adquiere sentido por el Presidente, andan todos en la fiesta. Hemos regresado de manera paulatina, pero firme a la concentración del poder y a ser copartícipes de cómo se ha ido creando un culto a la personalidad, como el que marcó al México de los 60 y 70 y que a la distancia es claro que le acompaña un balance negativo.

No hay un solo signo que pudiera hacer ver que el Presidente se opone o cuestiona la pleitesía que le rinden y rodea, más bien la alimenta y recrea.

La concentración del poder ha llevado al desequilibrio de los poderes. Por un lado, el Congreso se mueve al son que dicta Palacio Nacional con poca reflexión sobre las decisiones que se toman y, por otro lado, el PJF, en particular la Corte, se la ha pasado en medio de señalamientos que en muchos de los casos han sido hechos sin fundamento.

El senador morenista Félix Salgado Macedonio definió en tribuna el sentido político que tienen las cosas al responder a la exigencia de nombrar comisionados en el Inai: vamos a votar las cosas cuando queramos, para eso somos mayoría.

En esta parte final del sexenio muchas de estas actitudes se van a intensificar. Se va a colocar a López Obrador como el antes y después. Se va a tratar a toda costa de ubicarlo como pieza clave en la elección, porque sigue siendo el factor. Si bien hay signos de desgaste, el Presidente sobrevive y sobrevive bien.

Es cierto que a estas alturas otros presidentes tenían niveles de popularidad similares; sin embargo, no representaban lo que López Obrador significa para amplios sectores de la población. Es la concentración del poder, pero sobre todo, es su gran capacidad de maniobra, la cual se extiende sobre su candidata.

Las cosas que están por venir tienen en el proceso electoral el momento que puede definir el destino y la mirada de la historia sobre el Presidente, su Gobierno y su contradictorio proyecto.

Las críticas de López Obrador a las instituciones encargadas del proceso electoral parten de cómo deben ser las elecciones más que con elementos en que se desarrolle la pluralidad, la democracia, la participación y los equilibrios.

Sin embargo, muchas de sus afirmaciones están en terreno fértil por todos los líos que hay en el INE y el TEPJF. Es lamentable que quienes integran estas instituciones no aprecien lo que significa para las instituciones la crítica que plantea incluso su desaparición.

La elección la definirán los ciudadanos y paralelamente los órganos electorales, el Presidente y los mimetizados gobernadores de Morena, ahí sabremos de que está hecho el proyecto llamado 4T.

RESQUICIOS.

El descomunal ataque de un comando contra unos jóvenes que estaban celebrando una posada en Salvatierra muestra que hay áreas en materia de seguridad en que no se ha avanzado absolutamente nada; de nuevo son jóvenes los asesinos y asesinados y de nuevo la masacre.