La crítica es indispensable para el avance social y del conocimiento, sobre todo en una casa de estudios, y es una lástima que aquellos que están en el poder la reciban con prejuicio
Por Miguel Casillas
“El poder de juzgar de una manera autónoma, es decir, libremente…, uno lo nombra la razón”
E. Kant (1794) El conflicto de facultades
La sociología es una disciplina que se parece a esos deportes de combate decía Pierre Bourdieu, para referirse al papel crítico que juega esa disciplina frente al orden social, frente al poder, frente a los sistemas de dominación y las desigualdades que imperan en la sociedad. Es una disciplina de combate, porque revela los estereotipos, devela el inconsciente social, desmitifica las creencias, pone en evidencia la violencia simbólica y denuncia cualquier tipo de dominación social. Este papel crítico supone represión y descalificaciones múltiples. No es sencillo sostenerlo y las sociedades se diferencian por el grado de libertad política en que las ciencias naturales, las ciencias sociales, las humanidades, el periodismo, las revistas académicas y de difusión sobreviven; por el grado en que puede manifestarse la libertad de expresión: a más autoritarismo, menos libertad, mayores controles y descalificaciones, mayor represión.
Recientemente escuché que en las oficinas gubernamentales se clasifican las notas periodísticas, comentarios editoriales, noticias, reportajes y otras publicaciones en función de su afinidad con el gobierno y sus políticas. No me pareció correcto que hubiera tales tipificaciones pues me parecen arbitrarias y ejemplo de intolerancia a la crítica. Sin embargo, tampoco me extrañó, pues el sectarismo sólo se sostiene sobre visiones maniqueas y excluyentes del argumento contrario.
Algo de este tipo de prejuicios pareciera que se está filtrando en la universidad: hace unos días tuve acceso al boletín electrónico mediante el cual la Dirección de comunicación de mi Universidad compila diario un amplio conjunto de notas periodísticas que se distribuyen entre todos los funcionarios de la Institución y sirven como compilación, pero también como selección; las notas se clasifican como positivas o negativas. Identifiqué que mis artículos publicados en Educación Futura y ahora en Campus Milenio se tipifican como negativos. ¿Notas positivas o negativas respecto de qué, o de quién? O sea que la crítica les resulta negativa, aun cuando sea una crítica fundada en argumentos, siempre referida a fuentes, situada, realizada como crítica académica y ánimo constructivo. Obvio, se trata de la imposición de una visión maniquea construida desde la Dirección de comunicación, amparada por las autoridades centrales que avalan (validan y degluten) dicha clasificación todos los días.
Desde la sociología clásica y contemporánea se ha considerado que la dicotomía amigo-enemigo es sustento del pensamiento autoritario que busca eliminar políticamente la diferencia y la diversidad. Por el contrario, en los regímenes pluralistas la crítica es co-sustancial a la vida democrática. La transparencia y la rendición de cuentas sólo sirven si hay quienes revisan críticamente el desempeño institucional.
Para existir la universidad necesita de libertad, pues sus interacciones predominantes suponen la temporalidad y la falsación del conocimiento, se sostienen en la libertad de pensamiento, creación, cátedra y examen. Si desde la universidad se pueden criticar todas las creencias y verdades, se puede analizar críticamente el desempeño de gobiernos y de políticas, también se puede criticar el propio desempeño institucional. Contra natura, en la universidad la cultura política autoritaria está enraizada en las prácticas de gobierno y en la gestión, se sostiene a través del trabajo cotidiano de ideólogos y la colaboración de quienes están en situación de subordinación respecto del poder.
Con estas clasificaciones construidas desde un punto de vista maniqueo y autoritario, se cometen dos graves errores. El primero es suponer que los funcionarios son la universidad y pueden hablar por ella, sustituyendo a su comunidad, usurpando su voz y su voluntad. ¡Como si al señalar a un funcionario se estuviera estigmatizando a la institución! El segundo error es suponer que la crítica es negativa y mala, por lo que hay que inhibirla.
La crítica sirve y es necesaria, es indispensable para identificar y orientar la solución de los problemas, es imprescindible para la superación de los conceptos y teorías; es la única postura que impide ser condescendiente con quienes detentan el poder. En la universidad la crítica es fundamento de la producción de nuevo conocimiento y al mismo tiempo herramienta indispensable de la vida democrática, esa que implica una participación comprometida en la vida comunitaria. Tenemos como tarea pendiente la construcción de una ciudadanía crítica universitaria, como gustaba decir Rollin Kent.
Desde que en la Universidad Veracruzana creamos la unidad de Transparencia a principios de los 2000, he sostenido que el ejercicio de una postura crítica por parte de la comunidad universitaria supone el ejercicio pleno de los derechos de la comunidad de conocer la vida institucional en todos sus ámbitos, y que esto sirva de control para el actuar de las autoridades, funcionarios y personal que labora en la Universidad. Implica alentar que se denuncien y puedan ser denunciadas las arbitrariedades, atropellos o violaciones a la legalidad de la institución; supone además que los universitarios puedan avalar el nombramiento de funcionarios y autoridades teniendo elementos objetivos de información sobre su desempeño, honorabilidad y capacidad académica. Implica que los universitarios cuenten con los datos y los elementos de juicio para poder ejercer la crítica, que es uno de los valores académicos trascendentes y fundamento mismo de la institución.
Quienes desde el periodismo y el comentario editorial hacemos crítica como en Campus, no escribimos para las autoridades y funcionarios. Nuestros interlocutores son los estudiantes, los trabajadores, los profesores e investigadores; son los padres de familia y la sociedad a la que nos debemos. Salvo honrosas excepciones, normalmente la crítica es leída por los funcionarios desde el prejuicio, desde una postura egocéntrica, sin entender que más allá de sus vanidades, el servicio público está sujeto al escrutinio público.