Por Raúl Arias Lovillo
Desde sus inicios el gobierno mexicano ha manifestado de manera muy clara su desprecio por la ciencia y el conocimiento. Empezó tratando de eliminar la autonomía universitaria de la Constitución. Sin ninguna prueba, acusaron a varias científicas y científicos de corrupción y malversación de fondos. Eliminaron fideicomisos importantes de apoyo a la ciencia y de varias instituciones de investigación. Aprobaron al vapor una nueva ley general en materia de humanidades, ciencia, tecnología e innovación, dando lugar al nuevo Conahcyt, donde se eliminan en su junta de gobierno las representaciones académicas en la toma de decisiones, entre otros desatinos. Se declara sin interés nacional la información Estadística del Sistema de Información y Gestión Educativa (SIGED), que generaba INEGI, una herramienta muy importante para conocer la realidad educativa del país y para diseñar políticas públicas en la materia. Se publican libros de texto gratuito para educación básica y secundaria con una enorme cantidad de errores y sin proyecto pedagógico. Se elimina la mayoría de las becas del Conahcyt para estudios en el extranjero. Se reducen los presupuestos de las universidades públicas. Finalmente, violando las reglas del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) se promueve a la esposa del presidente al nivel 2. Esta lista de acciones del gobierno no es exhaustiva pero si ilustrativa de sus objetivos en los ámbitos científico y educativo.
Con base a este listado también se puede inferir el interés que el gobierno de la 4T tiene para intervenir en el proceso actual de cambio de la rectoría de la UNAM. No se trata de una intervención directa, burda; se trata de una fina estrategia construida desde el gobierno para influir en la decisión. Se trata de mantener el control sobre la más importante institución de educación superior del país. El gobierno ha dado muestras muy evidentes de su molestia por las autonomías, particularmente le ha molestado la autonomía universitaria de la UNAM.
Nadie puede negar la importancia de la UNAM en la historia de nuestro país, como tampoco se puede olvidar el relevante papel social que tiene la máxima casa de estudios de México en la sociedad mexicana. Por ello, lo que ocurre en esta institución tiene un enorme impacto en el resto de las universidades públicas y también en el conjunto de la vida pública de nuestro país.
Anotado esto, se entenderá la importancia de la decisión para elegir nuevo rector de esta institución para el periodo 2023 al 2027. La decisión recae, como se sabe, en una Junta de Gobierno -órgano creado en 1945- integrada por quince distinguidos miembros de la comunidad académica y elegidos por el Consejo Universitario.
Entre los candidatos más afines a la 4T se ha mencionado con insistencia a Imanol Ordorika, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas, quien ha propuesto cambiar en la Ley Orgánica las formas de elección de las autoridades, propuesta muy cercana a la exigencia de la 4T para transformar a la UNAM.
Los días 25 y 26 de octubre un grupo denominado “Universitarixs por la Democratización”, grupo de simpatizantes de Imanol Ordorika, convocó a una auscultación en escuelas y facultades para conocer las preferencias sobre las diversas candidaturas a ocupar la rectoría. El 95% de los participantes respondió positivamente a la pregunta, claramente orientada, “si se estaba de acuerdo en la necesidad de ensanchar los canales de participación actualmente muy estrechos”. Y por lo demás, no hubo sorpresas en los resultados, el ganador para la rectoría fue Imanol Ordorika, quien gana con los votos de estudiantes de las prepas y los CCHs.
Resulta evidente en este ejercicio la coincidencia en privilegiar a las votaciones directas como mecanismo de elección de autoridades, tal como lo ha planteado Morena.
Ya me imagino las trampas de la democracia al nombrar rectores en las universidades públicas por voto universal y directo: compra venta de votos, uso de estructuras corporativas, subordinación del interés general a intereses de grupo, discursos demagógicos, etc.
En la universidad el desarrollo del conocimiento transcurre por caminos distintos a la votación universal de todos los universitarios; para obtener los mejores resultados académicos en una universidad se requieren siempre los mejores liderazgos académicos. La carrera académica siempre es de méritos, no de simpatías u otros vicios de nuestra vida política nacional fielmente representados hoy por la 4T.
No coincidir con Ordorika y sus simpatizantes no significa aliarse a la negación de los cambios en la UNAM. Urge una reforma académica en esta institución pero ésta debe hacerse a partir de un diálogo, abierto y transparente, que discuta las propuestas de los liderazgos más avanzados de la UNAM en todos los campos del conocimiento científico.
Nuestra más importante universidad mexicana merece un mejor destino que caer en las manos de la 4T, se debe evitar lo que ha venido ocurriendo en este sexenio: los objetivos institucionales se sustituyen por el control autoritario que se apropia de sus presupuestos con fines electorales.