Por Emilio Cárdenas Escobosa
El próximo 2 de junio de 2024, de no suceder un imponderable que cambie el rumbo del proceso electoral, los mexicanos elegiremos a una mujer como Presidente de la República.
Esta es la novedad y la mejor noticia de la temporada, porque demuestra un cambio cultural de primer orden, pese al machismo imperante y los atavismos de una arraigada visión patriarcal que nos define y que ha hecho muy cuesta arriba la lucha de las mujeres por la igualdad y el reconocimiento a sus derechos políticos en la nación.
La elección presidencial en México del 2 de junio del próximo año ya tiene a las principales contendientes: Claudia Sheinbaum, por la coalición que encabeza Morena, y Xóchitl Gálvez, con la bandera del Frente Amplio por México. Y posiblemente participe el ex canciller Marcelo Ebrard por Movimiento Ciudadano, luego de su frustrado intento de representar al oficialismo, pero sin mayores posibilidades de triunfo. De ahí que esté cantado que una mujer será la titular del Poder Ejecutivo a partir del 1 de octubre del 2024.
Este hecho que sin duda será histórico vendrá a coronar las sucesivas reformas impulsadas en los años recientes para ampliar la participación de las mujeres, un esfuerzo colectivo de ellas y de las corrientes y grupos que abanderan y apoyan la causa del feminismo, que debieron superar resistencias diversas y luchar contra prejuicios inveterados para concientizar a sectores sociales y luchar al interior de las propias organizaciones políticas para lograr cuotas de género, que ya plasmadas en la ley han funcionado y abrieron el dique para ocupar espacios antaño reservados a los hombres.
El camino ha sido largo y sinuoso para avanzar en la igualdad entre los hombres y las mujeres en la vida pública.
Una ruta que tuvo su momento cumbre en 1953, cuando se reconoció en todo el país el derecho al sufragio femenino. Pero que tuvo como antecedente el Primer Congreso Feminista en Yucatán en el año de 1916 donde más de 600 delegadas de varias partes del país discutieron la liberación de la mujer del yugo de las tradiciones, demandaron cambios en los planes de estudio de las primarias y reclamaban el derecho al voto. Además, desde luego, de las mujeres pioneras que incursionaron en política, como Elvia Carrillo Puerto, la primera diputada local en Yucatán en 1923; Aurora Meza Andraca, alcaldesa de Chilpancingo, Guerrero, en 1938; o Aurora Jiménez de Palacios, diputada federal, por Baja California, en 1952. Sin olvidar a las primeras senadoras María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia, electas en 1964 representando a Campeche, o la primera gobernadora, Griselda Álvarez Ponce de León, electa en Colima en 1979. Así como a las 5 candidatas a la presidencia que hemos tenido: Rosario Ibarra de Piedra en 1982 y 1988, Cecilia Soto y Marcela Lombardo en 1994, Patricia Mercado en 2006 o Josefina Vázquez Mota en el 2012.
La conquista de espacios públicos por las mujeres no ha cesado. Al inicio de este año 2023 se contabilizaban 8 gobernadoras y una Jefa de Gobierno en funciones, además de que políticas de todas las formaciones ocupaban el 49. 2 por ciento de los escaños en la Cámara de Diputados y 51 por ciento en la de Senadores, además de que un 22.18% de mujeres son presidentas municipales en los cerca de 2500 ayuntamientos que hay en el país.
Todo ello sin contar que al escribir estas líneas dos mujeres presiden los poderes Legislativo y Judicial de la Unión, la diputada Marcela Guerra y la ministra Norma Piña, y Ana Lilia Rivera preside el Senado de la República, además de que la mayoría de los organismos autónomos son presididos por mujeres, como el INE que encabeza la consejera Guadalupe Taddei o el INAI que preside Blanca Ibarra o la CNDH a cargo de Rosario Piedra Ibarra, por citar algunos. Además, claro está, de las 9 mujeres que ocupan Secretarías de Estado en el gobierno federal, así como la integración de los gabinetes de los gobiernos estatales donde hay integración paritaria o de mayoría de mujeres en muchos de ellos.
México se encamina pues, a formar parte del grupo de naciones que tienen jefas de Estado (17 de 151 países, excluyendo los sistemas monárquicos). Sin olvidar que somos en este momento el cuarto país del mundo con mayor presencia de mujeres en el Poder Legislativo.
No existe espacio de discusión en el que no se tenga presencia y la voz de las mujeres. Su participación en la vida pública es notabilísima y ya no hay vuelta atrás. Esta transformación impensable hace decenios es ya irreversible, aunque falta mucho por hacer en la materia. Y ello vendrá de la mano de la contribución de las nuevas generaciones que han interiorizado –hombres y mujeres- que el fortalecimiento de la vida democrática y la genuina transformación del país es tarea de todos y que el aporte de ellas es necesario y fundamental, que si algo nos lastra es el machismo imperante todavía al interior de las empresas y que dificulta el acceso de ellas a puestos de poder o el ejercicio de los cargos públicos. Véase si no el elevado número de denuncias por violencia política en razón de género que reciben el INE o los organismos públicos electorales. Por ello, desterrar o reducir a su mínima expresión el machismo es lo que verdaderamente nos hará modernizar al país.
La nota, pues, es que si no hay imponderables se sentará en la silla presidencial el 1 de octubre del próximo año una mujer. Sin embargo, hay datos interesantes que retratan el carácter machista de nuestro país, y que podrían anticipar quizá lo que podríamos ver en las elecciones del 2 de junio del próximo año: Gloria Alcocer Olmos, directora de la revista “Voz y voto”, especializada en temas electorales, en una entrevista ofrece datos del llamado “voto machista”, que no es exclusivo de los hombres, y que se presentó en las recientes elecciones en el Estado de México, celebradas en junio de este 2023, cuando se enfrentaron Delfina Gómez abanderada de Morena, PT y PVEM y Alejandra del Moral de la coalición PRI, PAN, PRD y Nueva Alianza y la participación electoral fue la más baja de la historia en esa entidad altamente politizada, bastión electoral histórico del PRI y el padrón electoral más grande del país. E igual ocurrió en el estado de Aguascalientes en 2021 donde pasó exactamente lo mismo: se enfrentan dos mujeres y baja la participación. Interesante, ¿no?
De cara a la elección del 2024 ya veremos los índices de votación, pero la lógica indica que se esperaría una copiosa votación precisamente de las mujeres.
Con todo, lo central es que en 2024 los tres Poderes de la Unión podrían tener, por primera vez en la historia, a mujeres que los presidan. Ojalá se logre ese inédito escenario que reflejaría cuánto y cómo hemos cambiado.