Por Carlos Tercero
La evolución de la World Wide Web ha sido un proceso continuo desde sus comienzos como Web 1.0, centrada en la presentación de información estática, hasta la interactividad y participación social de la Web 2.0, con la que hemos sido testigos de cómo Internet ha revolucionado la forma en que interactuamos con la información y entre nosotros. Ahora, estamos en las puertas de un nuevo y notable cambio: la transición a lo que será la Web 3.0, basada en una experiencia en línea más interactiva y personalizada que impactará en el corto plazo la forma en que los usuarios perciben la navegación Web, mucho más enfocada en la interpretación y comprensión de datos por parte de las computadoras y dispositivos móviles, al ir más allá de enlazar información y compartir contenido como en la actual Web 2.0, si no que, a partir del acelerado desarrollo e implementación de la inteligencia artificial, implica la posibilidad de que la tecnología “las máquinas” puedan entender el contexto y el significado de los datos; es decir, en lugar de simplemente mostrar resultados de búsqueda basada en palabras clave, comprenden la intención detrás de la búsqueda para presentar resultados más personalizados y útiles, ofreciendo respuestas más precisas y relevantes, dando lugar a una disminución de la información errónea y al auge de fuentes confiables y verificadas, todo ello con el apoyo de asistentes virtuales y chatbots capaces de mantener conversaciones más naturales y contextualmente relevantes e incluso complejas.
Uno de los cambios más relevantes que conlleva la Web 3.0 es la descentralización y control de la información, pues a medida que se expande el uso de la tecnología de cadena de bloques (blockchain) potenciado por el auge de las criptomonedas, los usuarios tendrán cada vez más, un mayor control sobre sus datos personales y su identidad en línea, lo cual es un cambio significativo en comparación con la Web 2.0, donde las grandes plataformas tienen el control sobre nuestros datos y la forma en que interactuábamos en el ciberespacio. Dicha autonomía sobre los datos personales será también, la oportunidad de tomar ventaja de la tecnología para garantizar la transparencia y la verificabilidad en los procesos electorales, en la inteligencia de que, la cadena de bloques permite crear registros inalterables y rastreables de transacciones, lo que podría aplicarse al registro de votos y a la información relacionada con las elecciones, anulando las posibilidades de fraude electoral y aumentando la certeza y legalidad en el proceso, con la ventaja de potenciar a través de la accesibilidad digital, el que todas las personas puedan participar en igualdad de condiciones en las decisiones políticas del país.
La Web 3.0 permitirá una Internet más inteligente, colaborativa y centrada en el usuario, redefiniendo nuestra relación con la información y la tecnología, impactando nuestra vida cotidiana y en ello nuestra participación en el desarrollo democrático y procesos electorales, con un potencial significativo en las próximas elecciones no solo en México. Requiere una implementación cuidadosa y regulación adecuada; equilibrar la proporción entre riesgo y beneficio; así como entender que ni la digitalización ni tecnificación electoral será inmediata, aunque puede desde ya, ser importante impulso a la participación ciudadana y posibilidad de votar en línea de manera segura, sobreponiéndose a las barreras geográficas o de movilidad, a medida que se garantice la ciberseguridad para que el voto sea libre y secreto.
Igualmente, hará evolucionar las campañas electorales y la comunicación política; las redes sociales y las aplicaciones de mensajería tendrán cada vez más, gracias a la inteligencia artificial, la capacidad de interpretar datos y comprender al usuario, lo que utilizarán para personalizar los mensajes a los intereses y las preocupaciones de los votantes, y ofrecerles información política personalizada y relevante, lo que ayudará a tomar decisiones mejor informadas, pero que igualmente nos obligará como electorado a estar atentos a no caer en la desinformación y manipulación de la opinión pública.
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