¿Por qué odia a las mujeres?

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Por Ruby Soriano

Las armas más despreciables que puede tener un gobierno son la venganza, la calumnia, el desprecio, la invisibilidad y el acoso.

¿Por qué el Presidente AMLO arremete con todas estas armas en contra de mujeres?

Andrés Manuel López Obrador tuvo la presunción de llegar al poder con un gabinete paritario que ahora sabemos sólo fue la postal para cerrar la pinza de una exitosa campaña en la que recolectó 40 millones de votos que lo llevaron al poder.

La realidad para el género en México empezó a develar el perfil misógino de un mandatario que utiliza a sus mujeres de la llamada 4T, para convertirlas en arietes con su propio género, e imponer la voluntad patriarcal de un mandatario que pocas veces admite que le corrijan la plana, actos de rebeldía o cuestionamientos a sus actos de poder.

Su ex jefa de campaña Tatiana Clouthier se bajó del barco precedida de un desprecio público de parte del mandatario.

Y qué decir de la revolucionaria Beatriz Gutiérrez quien era el despunte de las mujeres que desde la izquierda hablaron de dignificar el papel del género. Disruptiva simuló no querer ser la primera dama.

Acto seguido le ganó el protagonismo hasta que desde palacio le apagaron el reflector y le amarraron las manos para frenar dispendios.

En palabras claras, su marido la nulificó.

El presidente en la recta final de su mandato se ha despojado de la careta para dejarnos ver su perfil violentador.

Sus demagógicas mañaneras son el templete que utiliza para azuzar, amenazar, amedrentar a mujeres que han mostrado rebeldía contra sus acciones.

Desde esa tribuna, instruye a otra mujer como Liz García Vilchis, para hacer el trabajo sucio con los medios de comunicación y detractores a los que reta, desmiente, señala y hasta calumnia con tal de cumplir una dolosa labor, la de intentar limpiar la imagen presidencial.

El nivel de violencia del Presidente de México hacia mujeres claves que se han colocado en el lado opuesto de su voluntad, las coloca en una zona de alto riesgo por lo que implica tener a un detractor oficialmente ejerciendo un poder que desata temor por lo que puedan provocar sus constantes descalificaciones y amenazas hacia mujeres que hoy están en distintas trincheras.

Basta mencionar a la ministra Norma Piña, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a la que le armaron una campaña de odio pocas veces vista en un país que presume su democracia de cuarta transformación.

Y qué decir de la titular del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, Blanca Lilia Ibarra cuya labor es constantemente minimizada por el presidente AMLO, insistiendo en la conveniencia de desaparecer al organismo garante.

Recientemente en el escenario reapareció Rosario Robles a quien también le tocó sentir el raspón presidencial precedido de la jauría de bots articulados desde Palacio Nacional.

Sin embargo, el mayor signo del machismo patriarcal que hoy se ejerce desde la silla presidencial en México, se concentra en los insultos, descalificaciones y violencia que el mandatario ejerce desde su tribuna mañanera en contra de Xóchitl Gálvez, quien aspira a ser la candidata por el frente opositor.

De manera paulatina y escalonada, al mandatario de la cuarta transformación se le han olvidado los principios del respeto y el ejemplo que tendría que practicar para erradicar una violencia que sigue creciendo de manera descomunal y en contra de las mujeres en México.

 

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