Quebradero

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Por algo no quieren que debatan

 

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

 

La razón por la que, en Morena, o más bien en la perspectiva del Presidente, se evitaron los debates entre las corcholatas pudo ser por las consecuencias que pudieran traer.

Es paradójico que un partido en el que se asegura que se alienta el debate se haga un lado un ejercicio que permite a sus militantes y a la sociedad conocer qué es lo que piensan sus aspirantes sobre los grandes temas nacionales.

Los ciudadanos quieren saber qué piensan quienes pueden gobernarlos. No tiene sentido que quién pudiera encabezar el país termine por gobernar exactamente como estamos siendo gobernados.

La ciudadanía quiere conocer cuáles son sus ideas, perspectivas y estrategias. Hay muchas cosas por hacer y hay muchas cosas que tienen que dejar de hacerse. El debate abre la posibilidad del conocimiento sobre quiénes aspiran a gobernar, pero no es sólo eso, también es el espacio para que conozcamos cómo se mueven en la discusión, cómo reaccionan ante los argumentos y confrontaciones de quienes participan y cómo piensan establecer un proyecto de gobierno.

Cuando López Obrador ganó la elección interna en el PRD para ser candidato al Gobierno de la CDMX, el partido organizó dos debates, los cuales fueron de enorme importancia para la decisión de perredistas. Participamos en uno de ellos. Los aspirantes tenían tiempo para desarrollar sus ideas e incluso para confrontarse sin que nadie se sorprendiera, se molestara o algo parecido. El debate fue una pieza importante en la decisión de los militantes del PRD de aquellos años.

Existe la presunción de que se evitó el debate, porque particularmente una de las corcholatas podría estar expuesta. En los debates de 2018 para la Jefatura de Gobierno de la CDMX, transmitidos por lo que era el Canal Once, no necesariamente Claudia Sheinbaum salió bien librada. Su triunfo fue inobjetable y también, no olvidemos, tuvo que ver con el tsunami llamado López Obrador.

Han evitado los debates quizá para no hacer públicas las diferencias; sin embargo, ya se está viendo que existen y que seguramente se van a agudizar, particularmente entre quienes son los 3 finalistas definidos. Va quedando claro que evitar los debates está siendo contraproducente porque se están manifestando diferencias entre las corcholatas, las cuales hubieran tenido en los debates el espacio idóneo para dirimirse, confrontarse y canalizarse y así evitarse los dimes y diretes de redes y medios, los cuales llegan a interpretar las diferencias evidenciando, sin necesidad de esforzarse, la división que se empieza a manifestar entre las corcholatas.

La insistencia de Marcelo Ebrard en debatir tiene que ver con la búsqueda de mostrar proyectos diferentes para que se amplíe, más allá de los militantes de Morena, su presencia. Pero también tiene que ver con que va viendo que se va alejando la posibilidad de que sea el candidato, se va apreciando que la caballada va por la corcholata favorita.

Marcelo Ebrard quiere debatir para tratar en el camino de alcanzar a la favorita. Quiere el cara a cara para intentar evidenciar a las otras corcholatas, y en el camino debiera saber que algunas de sus propuestas no necesariamente están permeando entre los morenistas. Está buscando otros votantes que están fuera del ámbito y del radar de Morena y, sobre todo, del Presidente.

Todos en el partido del Presidente perdieron la oportunidad de conocer realmente quiénes son las corcholatas. Evitaron el debate, pero tarde que temprano lo van a tener cara a cara y en lugar de entrenar para lo que viene se hicieron a un lado; quizá se sienten excesivamente seguros.

RESQUICIOS.

La determinación de la Corte sobre la obligación del Senado para nombrar comisionados del Inai debe llevar a la Cámara alta a hacerlo para que no siga en falta con todo lo que esto implica. Si el Presidente anda interesado en que “vayan” al Inai para investigar a Xóchitl Gálvez ya podría poner palomita para que sus legisladores le manden otra terna.