Cuando el futuro los alcance
Por Javier Solórzano Zinser
Así como no tiene sentido señalar al Presidente como responsable de nuestros males, tampoco cabe escatimar lo positivo de estos años.
Hay un cambio en la narrativa cotidiana. Si bien el Presidente acapara todos los espacios, también es cierto que en el imaginario colectivo se han abierto espacios, para el pleno reconocimiento de las abiertas desigualdades sociales, en las que, si bien ya estábamos, el discurso presidencial ha sido un factor clave para la conciencia de ello.
La narrativa ha estado bajo el control de López Obrador. Por más que en las redes sociales aparezcan críticas contra el Gobierno, prevalece la idea de tener al Presidente como eje, lo cual confirma que es el centro del debate.
La estrategia ha durado y todo indica que así será hasta el último día del sexenio. El Presidente propone e impone a tal grado que ya nos parece “normal”, o nos pasa por alto, el hecho de que Morena materialmente sesione en Palacio Nacional como ha sucedido en estos días, obviamente todo bajo la mirada de López Obrador.
No solamente estamos ante un discurso que rompió los esquemas del pasado, sino también ante formas nuevas de gobierno que en muchos casos han llevado a una controversia pocas veces vivida entre opositores al Presidente y el tabasqueño, quien con el poder del discurso termina por tener al final el control de la agenda y debate.
En muchos sentidos las cosas sí han cambiado, aunque por ahora se vean más en la forma que en el fondo. El país no se ve muy distinto en áreas particularmente sensibles, como es el caso de la pobreza. Los números en esta materia por parte de instituciones del Estado muestran por ahora un balance profundamente desigual.
Muchas cosas se podrán decir sobre el discurso presidencial; sin embargo, por más que se argumente lo contrario, la forma de expresión del Presidente no es nueva, tiene que ver con lo que a lo largo de años ha hecho y dicho, lo cual de alguna manera le ha dado resultado político; se podrá compartir o no, pero es su estilo personal de ser y gobernar.
Está otro terreno, el que tiene que ver con los resultados que el Gobierno debe ofrecer, más allá de la continuidad que propone. Al Presidente se le tienen que exigir resultados por lo que ha hecho en su tiempo.
En estos terrenos va apareciendo el fantasma de la terca realidad, la cual se va acercando cuando el futuro del final ya también va alcanzando al Gobierno.
Algunos de los programas sociales han ido cumpliendo su cometido, el problema es que no queda muy claro cómo podrán tener continuidad bajo condiciones económicas en donde si bien la macroeconomía se ve estable, la economía de los ciudadanos pasa tragos amargos.
El llamado “superpeso” tiene más que ver con las condiciones de la economía global y la estadounidense que con una dinámica interna, es la combinación de una serie de variables. Sin embargo, todo lo que tiene que ver con las exportaciones y con las remesas están padeciendo debido a esta condición, la cual es diferente a la que se vivía con otra cotización peso-dólar.
Bajo el razonable supuesto de que Morena conservará la Presidencia lo que hay que irse preguntando desde ahora es qué va a hacer quien gobierne ante una serie de circunstancias que hoy están siendo con razón cuestionadas y que tarde que temprano aparecerán en materia de educación, salud, en la economía familiar y en una de ésas, los temas de corrupción que hoy se andan vistiendo de defensa de la causa de la 4T.
Sin duda se ha avanzado, pero la pregunta es cómo se va a enfrentar un futuro incierto, el cual mucho tiene que ver con lo que se ha dejado de hacer por ahora.
RESQUICIOS.
Parece que no hay muchas vueltas que darle al futuro del Plan B. Si la primera parte fue invalidada por el proceso que se llevó a cabo para su aprobación, no vemos cómo la segunda pueda ser aprobada. Hoy lo sabremos y como decíamos hace días, vendrán los fuegos verbales artificiales sin atender las razones por las que se invalida.