Por Uriel Flores Aguayo
Crea fama y échate a dormir, sabio proverbio. Esa fama puede ser buena o mala, pero no falla. Puede ser en cualquier ámbito, es notable en la política. Algo así está pasando en Veracruz.
En el pasado hay ejemplos categóricos de gobernantes que pasaron a la historia con un perfil oscuro. Tenemos el caso de Díaz Ordaz, a quien siempre se recordará como represor; o el de Mario Marín, el “gober precioso”, por unos audios donde exhibe su complicidad con el magnate que perseguía a Lydia Cacho. Fueron, entre otros, personajes producidos por un sistema antidemocrático, sin límites, y circunstancias sociales propicias.
Instalados en las cloacas de la historia prácticamente nadie los reivindica. Su destino fue el basurero político. No tuvieron la visión y el talento para rectificar; son excepciones quienes modifican su comportamiento.
Esta introducción explica lo que pasa actualmente en Veracruz con su gobierno. Ha consolidado una imagen autoritaria, banal y más que lejana de las formas democráticas. Ha ido de exceso en exceso. El lenguaje oficial es sectario y burlón, de desprecio al otro y a la pluralidad. De golpe en golpe, entre frivolidad y represiones, se ha abierto paso en el escenario nacional con una mala imagen.
Tal vez piensen que reflejan fortaleza; creo lo contrario. Hay extravió y un ascenso en comportamiento nocivo para la sociedad en su conjunto. Sueltos los hilos de la legalidad y el decoro, todo puede pasar. Se ejerce el poder en forma arbitraria y abusiva, cual caciques de los años cincuenta. Nada puede terminar bien.
Los reflectores están sobre Veracruz, el gobierno se ha esmerado en atraerlos. Algún día se arrepentirá. Entre prisioneros políticos, amenazas a los incómodos, declaraciones cantinflescas, ataúdes en la corte, el escándalo de la jueza Angélica y un martilleo casi cotidiano de ocurrencias y descalificaciones se ha perfilado una imagen autoritaria, sin matices. En esa línea es seguro que terminarán con una pésima imagen. De tal manera que serán poco confiables para sus aliados. Si aumentan su mala fama, serán evitados por los actores políticos en cargos relevantes de poder. Apestarán. Así ha sido siempre y así será en este caso.
Volando en una burbuja, sin contrapesos y seguros de los resultados de aplicar el garrote siguen de frente en una ruta de seguro desastre. El problema es que no escuchan a nadie o no hay sensatez en su entorno. Su despertar será amargo y cruel. A más poder sin freno y abusivo, corresponderá mayor costo político y alta sanción social.
Deberían detenerse y parar esa inercia sin sentido. Es difícil. Se requiere talento, rodearse de gente decente y, sobre todo, autocrítica. La trayectoria escasa de militancia e ideas hace complicado todo. Finalmente son víctimas de su nivel cultural y sus pasiones.
Un buen amigo o un sensato pariente les alertaría de lo mal que van. Al menos intentarlo, ya que escuchen y hagan caso es otro asunto. Envueltos en demagogia no ven que están construyendo a pasos agigantados una imagen de sátrapas. Ya son noticia nacional. A lo mejor piensan que eso los muestra fuertes y que serán llamados para el gobierno federal. Se equivocan, de seguir aumentando la mala fama serán omitidos y alejados por sus propios aliados.
Recadito: inviertan en el agua y dejen para después las obras innecesarias.