La decisión
Por Javier Solórzano Zinser
La sucesión es la más importante decisión en la vida política de López Obrador, será el acto que terminará por dejar su huella en la historia.
Va a ser clave la forma en que se desarrolle el proceso y, sobre todo, conocer hasta dónde llegará la mano del Presidente. La historia indica que una vez que se deja de ser el Ejecutivo de la nación se pierde el poder, quien llega trae puesta la banda presidencial y eso cambia absolutamente todo.
Hemos visto a lo largo de la historia cómo se prometen lealtades de todo tipo, cómo se promete que habrá una continuidad, cómo se guarda pleitesía al antecesor, pero a la mera hora, al momento en que se deja el cargo, muchas cosas inevitablemente empiezan a cambiar.
Por más que el Presidente insista en que se irá a la “chingada”, nombre de su rancho en Tabasco, es un enigma lo que vaya a pasar. La historia del Presidente está marcada por momentos en que incluso ha llegado a “darse por muerto”, políticamente hablando, pero a la mera hora se aplica aquello de que siempre no.
López Obrador es la personificación más acabada, quizá única en el país, de lo que se conoce como “animal político”. No vemos cómo se pudiera hacer a un lado y más cuando lo que está de por medio es un proyecto político transexenal hecho a su imagen y semejanza.
No queda claro qué podrá pasar cuando él o la sucesora empiecen a extender sus manos y brazos. Por más amistad y relación de historia común cuando se empieza a gobernar todo cambia. Desde la silla y con la banda presidencial la perspectiva es otra, además se tiene que decidir, determinar, mandar, gobernar y sobre todo mostrar quién es la autoridad en función de los diferentes escenarios propios de la actividad política; la historia apunta a que tarde que temprano se tiene que dar un golpe en la mesa.
En Morena se tiene la convicción de que el Presidente va a dejar por la libre el proceso que definirá al defensor de la 4T, el cual no es otra cosa que la definición del candidato o candidata a la Presidencia de su partido.
Por más que quieran aderezar el tema tratando de evitar las sanciones que impone la ley electoral, lo que hay de fondo es elegir a quién suceda a López Obrador en las elecciones del año que entra. El o la ganadora estará en la palestra a partir del 6 de septiembre, queda claro, insistimos, aunque lo anden negando, que a partir de esa fecha Morena tendrá candidato y se encargarán de plantear lo contrario durante meses y aunque le pongan otro nombre a las actividades del candidato a la Presidencia del partido mayoritario.
Todo esto le va a permitir a él o ella el tiempo suficiente para placearse por todo el país y además para que desde las mañaneras se les pueda impulsar a través de lo que mejor sabe hacer el Presidente, las campañas políticas.
Pronto nos vamos a meter en un toma y daca interminable, porque lo que se esté haciendo es intentar cambiarle de nombre al proceso, para no hablar de candidatos ni cosa parecida.
Entre algunos morenistas existe la convicción de que el Presidente no va a meter las manos. Ponen por delante las reglas establecidas, las cuales consideran que tienen piso parejo y que son justas y parejas. El ganador o ganadora lo será a través de una consulta, la cual está aprobada por todas y todos.
En función de la historia política del tabasqueño cuesta trabajo creer que va a ver el partido desde la tribuna, porque en su desarrollo político ha dado pruebas de que lleva en la mayoría de los casos el control de las cosas.
El Presidente escribirá el final de su historia política con la sucesión. A lo mejor sin decirlo ha creado a lo largo de todo este tiempo en el imaginario colectivo cual es su decisión, la encuesta hará el resto.
RESQUICIOS.
Ayer nos dijo Olga Sánchez Cordero que ante el problema con la Corte y el Plan B debe quedar claro que la responsabilidad no es del Presidente, fuimos los legisladores que en la prisa no hicimos lo que teníamos que hacer para evitar las impugnaciones.