Por Uriel Flores Aguayo
Vivimos tiempos de restauración política en México. Se está dando una involución democrática. Es la decisión de una persona, AMLO, en la visión autoritaria del poder. Les estorban el Estado de Derecho, la división de poderes, las oposiciones, las autonomías, la sociedad civil, la ciudadanía, la prensa libre y el mundo moderno.
Es impresionante sentirse ante una película vieja, con otros actores, en blanco y negro. Es el reino de la mentira y la demagogia. Los abusos y la prepotencia de antes se actualizó en niveles más bajos. Es una cotidiana ofensa a la inteligencia y dignidad de la gente. Son tiempos de la levedad del mal, como en el fascismo. No hay partido de Estado todavía, pero si elecciones de Estado. Son tiempos duros y complejos; un desafío a la sana convivencia y la paz.
Cada época nacional, como en el mundo, según la historia, tiene a sus protagonistas. Del lado del poder ciertos personajes que se piensan únicos e innovadores; del campo ciudadano algunos liderazgos buscando su lugar. A veces la historia se repite como tragedia. El déspota vive en una burbuja, es parte de un sistema que, muchas veces, avanza con o sin su voluntad. Disfruta del poder, es ocurrente y hace lo que sea para seguirlo detentando. Es algo inconsciente, cree que su poder es infinito.
A tiempos difíciles, no hay de otra, corresponden posturas valientes y dignas de la ciudadanía y sus líderes. No deben resignarse. A cada desafío su respuesta debe ser de resolución. Tendrá que asumir costos. Son tiempos de lucha y dignidad.
No menos de esas características deben tener los líderes y candidatos opositores, incluyendo a los elementos de Morena que no se hundan en los delirios autoritarios. Sin miedo, con libertad, debe hacerse un esfuerzo especial por tener un México mejor.
No tenemos dos vidas ni dos países. Somos uno y somos todos en México. Si lo salvamos, nos salvamos también.
Recadito: debates y renuncias de las corcholatas de Morena es lo mínimo en decoro y respeto.